El Casal de La Floresta, mítico local de tiempos de euforia tocados de sueños lisérgicos y lejanas utopías, agoniza en medio de un marasmo de desidia y burocracia. Lo alternativo ha dejado paso a lo colosal con el Auditori de Sant Cugat, que desde 1993 ejerce de símbolo de los nuevos tiempos.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de agosto de 2002