En 1986, escribí un pequeño artículo para el diario EL PAÍS con motivo de la exposición antológica que Eduardo Chillida realizó en la Fundación Joan Miró de Barcelona. He releído dicho texto y en aquella ocasión no escribí acerca de las obras, sino de la forma en que Chillida mira y ve el fluir de la naturaleza. Si en aquel momento dije que su obra era como un iceberg -por el lado oculto y sumergido que la presencia de su obra sugiere o genera-, en este momento me gustaría hacer una analogía de su obra con la sensación que me produce el paso de la lluvia. Sería como estar en el campo y ver acercarse unas nubes; nubes oscuras y densas que barren el paisaje con grandes cortinas de lluvia, la sensación que nos queda momentos después es este gran enigma de la forma, la materia y el color con que los sentidos de la naturaleza nos impregnan. Su obra y su actitud es el resultado de su profunda vinculación con lo humano y natural, de aquí su gran lección.
Sergi Aguilar es escultor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de agosto de 2002