La idea de una Europa más unida, más ágil y menos burocratizada reemerge estos días, señalan en Bruselas con tal vez un punto de optimismo altas fuentes comunitarias tras la catástrofe en Europa central y la rápida respuesta de la Comisión Europea al sugerir que parte de los fondos estructurales comprometidos con Alemania y Austria puedan ser destinados a paliar los daños, al igual que los destinados a la República Checa y Eslovaquia.
El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, cuya gestión ha sido cuestionada por no pocos gobiernos de la UE, ganó prestigio la semana pasada aceptando la invitación del jefe del Estado checo, Vaclav Havel, de visitar las zonas siniestradas y participando en la cumbre del pasado domingo en Berlín entre los líderes de las cuatro naciones afectadas.
En la capital alemana se acordó definitivamente reorientar el destino de los fondos estructurales y de los fondos de preadhesión, única fórmula viable para poder responder solidariamente a la tragedia. 'La Comisión está atada de pies y manos y no puede sacar dinero de donde no hay', confesaba el domingo por la noche un miembro del entorno de su presidente.
Los llamados fondos estructurales son la médula espinal de las ayudas regionales de la UE a las zonas menos desarrolladas del territorio de los Quince, pero su empleo está muy reglamentado. Proceden del presupuesto comunitario y su cuantía para el periodo 2000-2006 (195.000 millones de euros) fue acordada en la maratoniana Cumbre de Berlín, en marzo de 1999. Representan algo más de la tercera parte de los gastos de la Unión y son aportados principalmente por los países más ricos.
Ironías del destino han querido que sea ahora Alemania, el primer socio contribuyente, quien vaya a valerse de ellos. Bruselas cree que el Gobierno alemán podrá disponer de manera inmediata de 5.000 millones para la reconstrucción. Tal vez los efectos de la devastación exija una cifra mayor.
Una consecuencia inmediata de las inundaciones será la luz verde por parte del Consejo de un fondo europeo para catástrofes, algo que la actual Comisión venía reclamando desde hace tiempo. El Parlamento Europeo decidió suprimirlo en los noventa. Ahora se ha decidido dotarlo con unos 500 millones de euros anuales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de agosto de 2002