Hace dos años, los talibanes en el poder en Afganistán prohibieron el cultivo de adormidera. El Gobierno de Hamid Karzai confirmó esa medida en enero pasado e inició una campaña de erradicación en abril. Pero sus efectos fueron muy limitados, afirmó ayer un portavoz de Naciones Unidas citado por la BBC. El Gobierno prometió a los cultivadores 1.250 dólares de indemnización por hectárea destruida, una suma irrisoria frente a los 16.000 dólares de ingresos que representa cada hectárea de opio.
La prohibición tuvo un efecto brutal sobre la producción, reduciendo en un 91% la superficie cultivada entre el año 2000 (82.500 hectáreas) y 2001 (7.600 hectáreas). Pero en 2002, el cultivo de opio se habría multiplicado por seis respecto al año pasado, para alcanzar entre 45.000 y 65.000 hectáreas, según las previsiones del Programa Internacional de Control de Drogas de la ONU publicadas en febrero. La producción actual se acerca así a la registrada a mediados de los noventa, antes de la prohibición.
En enero, la mayoría de los cultivadores ya habían sembrado sus campos de opio, según la ONU. Los precios se han cuadruplicado y constituyen 'un fuerte incentivo'. Hace tan sólo dos años, Afganistán representaba el 70% de la producción mundial de opio. 'Existen vínculos directos entre el negocio de la droga, la compra de armas para la guerra civil en el país y las actividades de los terroristas', advertía hace poco la organización International Crisis Group; pero el narcotráfico afgano preocupa poco a EE UU, porque cree que 'juega un pequeño papel en su propio problema con las drogas'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de agosto de 2002