He aquí un equipo, el español, que ha sido golpeado con saña por las desgracias. Que vive, momentáneamente, sin Gasol y que vivirá el Mundial sin Raúl López. Un equipo al que se podía presumir doliente, cabizbajo. "Esta selección está hecha de otra pasta", proclamaba días atrás Javier Imbroda, su entrenador, a viva voz. Pues tiene razón. Más que nada porque he aquí un equipo, el español, maravilloso.
Cuatro partidos, cuatro victorias. Así se escribe la historia de la preparación de la selección para el Mundial. Victorias, además, sonoras, incontestables. Rusia (dos veces), Australia y Croacia. Todas han caído con estrépito ante un equipo espléndido, bien armado de la cabeza a los pies, capaz de sobreponerse, amén de a cualquier adversidad en forma de lesiones, a un partido como el de ayer, que nació torcido, ante un rival huérfano de jugadores reconocibles pero que arrancó a lo grande.
Todo lo contrario que España, que tardó en entrar en juego, que falló 14 de los 17 primeros lanzamientos de dos que intentó. Pero Navarro se animó y con él llegó el alboroto, la reacción general, que destrozó a Croacia. A ello contribuyó también el debutante, Calderón, que tiene por delante la complicadísima tarea de hacer olvidar al llorado Raúl López.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de agosto de 2002