Eduardo Chillida, tu vida, terrena, formada por sucesivos presentes sólo ha alcanzado un límite: la gravitación ascendente. Abandonas la materia traspasándote a un espacio ilimitado, sin tiempo. A un horizonte patria de todos los hombres. Y en la materia, has mostrado que la ausencia tiene el mismo valor que la presencia.
Como nos has dicho, no debemos olvidar que el futuro y el pasado son contemporáneos. En nuestra tierra, gure lurra, nos manifestaste tu arraigo con las raíces, y el compromiso con el espíritu y la materia.
Tus conciertos entre punto, línea y plano en el espacio. Los abrazos entre la humildad del vacío y lo pletórico de lo denso, las lecturas de las texturas, convierten la mirada en melodía, en un elogio de la percepción. Es en el horizonte, donde se ve que lo hermoso es la humanidad. Los ojos para mirar. Los ojos para reír.Los ojos para llorar.¿Valdrán también para ver?
Mirando, he visto. De tu hacer, nos muestras las notas de la creatividad: tiempo, ritmo, pausa, silencio, medida, acorde, intervalo, reposo. Chillida, arquitecto del vacío, narrador del espacio, tallista de metáforas, la memoria es inmortal. Eres el pasado que serás. Gracias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de agosto de 2002