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La otra guerra de Sarajevo

44 heridos, 19 de ellos policías, en los enfrentamientos entre hinchas musulmanes y serbios tras el partido Bosnia-Yugoslavia

Menos mal que el partido entre Bosnia-Herzegovina y Yugoslavia (0-2), el miércoles por la noche, sólo era amistoso. A su término, los enfrentamientos entre hinchas serbios y musulmanes en el asfalto de las calles de Sarajevo -habían estado separados en el estadio- produjeron al menos 25 heridos entre ellos, algunos de gravedad, y otros 19 entre las fuerzas policiales, dos graves.

Ambas selecciones se enfrentaron en la ciudad mártir y símbolo de la guerra de Bosnia. Durante tres años y medio, entre 1992 y 1995, sus habitantes, en su mayoría musulmanes bosnios, sufrieron el cerco de los serbobosnios, que, apoyados por el Ejército de Yugoslavia y los paramilitares, no cesaron en sus bombardeos.

Las heridas entre los dos pueblos, los serbios y los musulmanes, no han cicatrizado. El mismo día en que Bosnia y Yugoslavia se enfrentaban ante 12.000 espectadores en el terreno de juego futbolístico, en Srebrenica, unos 130 kilómetros al Norte de Sarajevo, se abrió una tumba colectiva con los restos de 300 musulmanes asesinados por los serbios a las órdenes de Radovan Karadzic y del general Ratko Mladic, los criminales de guerra más buscados por el Tribunal Penal Internacional de La Haya.

Bosnia-Herzegovina está formada, desde el acuerdo de paz de Dayton, por dos entidades: la Federación Croatomusulmana y la República de los Serbios de Bosnia. Las tres etnias (musulmanes, croatas y serbios), que coexisten bajo ese Estado, están lejos de sentir el deseo de vivir juntas que caracteriza a una nación. Así, los serbios llegaron al estadio con el ánimo de animar a Yugoslavia y no precisamente a la selección del Estado al que pertenecen.

Desde la interpretación de los himnos se palpaba el odio. Los musulmanes abuchearon el de Yugoslavia. Por su parte, los serbios empezaron a corear los nombres de Karadzic, Mladic y Arkan, el trístemente célebre jefe de los paramilitares asesinado en un hotel de Belgrado en enero de 2000. Entonces, los musulmanes les replicaron con gritos de "¡Alá es el más grande!".

Al concluir el encuentro, sin problemas sobre el césped, fue cuando se produjo en las calles la batalla entre las dos hinchadas y los choques con la policía. A un joven serbio llegado desde Montenegro y a su novia les sacaron de su coche y les pegaron una paliza. El chico ha perdido un ojo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de agosto de 2002