Otro año más, la vida agita sus alas con la plenitud de un agosto mitad libélula, mitad palabra. Me asomo al andén de la mañana y aparece el translúcido tranvía -de ida y vuelta- que Enric Sòria nos ha regalado: Figuras con paisajes. Los lectores navegamos juntos tras la estela o el timón de un lenguaje creado a la medida del hombre que descubre escuchando, vislumbrando lo aparentemente inefable en otros hombres. Nos adentramos en los deliciosos dibujos -¿o párrafos?- del maestro Enric y comprendimos que paisaje o poesía nunca crecieron tan cerca de nuestros pasos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de agosto de 2002