Como católico, me resulta lamentable observar el bochornoso espectáculo que ofrecen algunos turistas en la Catedral de Valencia. Indumentaria playera, guías turísticos recitando como pregoneros, fotos y flashes, gritos, carreras, actitud de mofa ante la gente que reza, asiste a misa o se confiesa ... La catedral no es un museo, una playa ni un parque temático. El templo, lo que custodia y los católicos practicantes merecen más respeto. El Arzobispado y el Ayuntamiento deben tomar medidas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de agosto de 2002