El pequeño pueblo portugués de Barrancos, a pocos kilómetros de la frontera con Extremadura, fue escenario ayer de la primera corrida que se celebra en 74 años con la muerte del toro legalizada. Dos astados fueron sacrificados por sendos toreros españoles, al tiempo que las organizaciones defensoras de los derechos de los animales manifestaban su protesta ante las embajadas de Portugal en 21 ciudades del mundo, pidiendo al presidente de la República que se vuelva a suprimir la lidia con sacrificio.
En 1928, Portugal prohibió la muerte del toro en la plaza. Desde entonces, la fiesta se limitaba al capote y las banderillas. El estoque en la plaza era considerado como un crimen, si bien en algunos cosos se procedía al sacrificio del animal de forma clandestina, lo que provocaba una gran polémica ya que 'el Estado nunca lo impidió', declara Artur Méndez, presidente de la Asociación Animal de Portugal. El Parlamento portugués aprobó el pasado 31 de julio legalizar esta suerte, que se estrenó ayer con continuación hoy y mañana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de agosto de 2002