En mis vacaciones recientemente terminadas me he dirigido a dos destinos turísticos. En primer lugar he estado en Suiza y más tarde en la Costa Brava. En ambos casos he contratado mi viaje a través de Internet.
En el primer caso mis interlocutores pactaron un precio que cumplieron escrupulosamente. En el segundo fueron usados subterfugios y artimañas para incrementar su beneficio a costa del pagano turista. Leo en este periódico en estos días la preocupación reinante en el sector por la pérdida de clientes, especialmente extranjeros. Hechos como el relatado, ¿no son causa suficiente para cambiar el destino turístico?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de septiembre de 2002