¿Cómo están ustedes?. Consternados, supongo, en el principio del fin de algo que es como si no hubiera comenzado nunca: este verano que no lo parece y estas vacaciones durante las que no ha habido refugio contra la cruda realidad.
Empezamos con Silvia y Cecilio saltando por los aires en Santa Pola y hemos acabado con los niños asaetados por su padre en Benimaclet. Entretanto, Kate, desnucada en l'Alfàs del Pi; Pilar, apuñalada en Rotglà i Corbera; Celeste, abrasada en Torrevieja; María Elena, estrangulada en Dolores y Marisa, acuchillada en Valencia mientras Rosa, corroída por el ácido, contempla con terror cómo su verdugo escapa de una cárcel que revienta por las costuras. Aún más: deglutidos por este agujero negro del calendario, algunos han llegado a postular que la solución para ciertos problemas relacionados con las separaciones es la creación de una Dirección General del Hombre, como si ya disfrutáramos de una Jauja de igualdad que hiciera innecesaria la discriminación positiva para las mujeres (en ese plan también podríamos inventar direcciones generales de videntes frente a los privilegios de los ciegos, o de atletas contra los mimados minusválidos). 31 días como para borrar de las agendas , y con ellos la muerte de Chillida y Carandell, la impunidad de Pinochet, Berlusconi, y los golpistas venezolanos. Un tiempo con Bush aún fuera del manicomio, trece ahogados frente a Tarifa y no precisamente en un crucero, Jessica y Holly asesinadas, Praga inundada, y los políticos 'realistas' a favor de regular como actividad económica la prostitución pese a que ha sido reconocida como una forma de esclavismo (¿reglamentamos la tortura, ya que existe, para que se aplique en condiciones más higiénicas?) Cuatro semanas para las que la Conferencia Episcopal, como si fueran fiesta, se había molestado en adaptar los diez mandamientos: prohibido quejarse de las incomodidades del termómetro o caer en 'aburrimiento malsano y atrofiante', obligatorio más que nunca guardar el sexto, santificar las fiestas y reforzar los lazos familiares.
Ya pasó, pero... ¿ no les queda a ustedes la sensación, y no sólo climatológica, de que alguien nos ha robado el mes de agosto?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de septiembre de 2002