Ronaldo estaba desesperado por jugar en el Madrid, y en su obsesión por unirse a Zidane, Figo, Roberto Carlos y Raúl se fue metiendo en el nido de la serpiente. Ayer, el astro brasileño pasó el día encerrado en el Palacio Durini, la sede del Inter, rodeado de unos 400 seguidores que se manifestaron contra su traspaso hasta bien entrada la madrugada.
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Ronaldo llegó por la mañana, cuando los augures pronosticaban un acuerdo inminente entre el Inter y el Madrid para su traspaso. Y por la tarde, mientras planeaba volar a Torrejón en un avión privado, los hinchas del Inter fueron rodeando el palacio. La via Durini se llenó poco a poco de una turba de antiguos admiradores indignados.
"¡Robaldo, Robaldo, Robaldo...!", le gritaban los forofos, en clara alusión al dinero que se había tragado desde que llegó a Milán en 1997. Los mismos ruidosos le gritaron: "¡Seedorf, Seedorf...!", en referencia a la relación que presuntamente mantienen su esposa y el holandés.
La situación de Ronaldo se tornó desesperada a última hora de la tarde. Las malas noticias se fueron sucediendo desde Barcelona, donde Morientes y el club azulgrana se distanciaron.
Sin el acuerdo de Morientes para hacer el viaje de Madrid a Barcelona pasando por Milán; sin los 25 millones de euros que pagaría el Barça al Inter por el delantero español, el futuro de Ronaldo se alejaba de su sueño dorado en Madrid. Con el paso de las horas, Ronaldo comenzó a vivir el asedio en Milán con angustia. El brasileño estaba dispuesto a pagar para ir al Madrid. El viernes, en la noche anterior, había presionado personalmente al director general deportivo del Inter, Massimo Moretti, para que retomara las negociaciones amenazándole con marcharse a jugar a Brasil en caso contrario. El carioca invitó a cenar a Moretti -que había llegado de Mónaco, de negociar con Florentino Pérez- a su casa de Milán, y lo obligó a coger el teléfono cuando lo llamaron Valdano y Pérez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de septiembre de 2002