A los nacidos en Barcelona nos han podido pasar muchas desgracias cuando vamos de turismo a sitios como Colombia o Filipinas, pero nada comparable en horror a lo que le ocurrió a un joven francés de 15 años que murió a consecuencia de un atraco que sufrió en nuestra olímpica montaña de Montjuïc perpetrado por tres individuos armados con garrotes. La circunstancia de que el joven estuviera acompañado sólo por su hermana no puede añadir más que dramatismo al horrible suceso.
No es la primera vez que se atraca a los turistas en ese lugar. De hecho es una práctica habitual acechar a los turistas que se atreven a separarse de las rutas establecidas o que se echan a la sombra para descansar. Pero ¿quién puede sospechar que saliendo del Museo Nacional de Arte de Cataluña o de la Fundación Miró se puede ser víctima de la delincuencia? En otros países, eso puede ser habitual, pero en plena Europa...
Es indignante y da que pensar que por parte del Gobierno central no se quieran encontrar soluciones y que sean precisamente las comunidades de Cataluña y Baleares, ambas no gobernadas por el PP, donde se registre un aumento incontrolado de delitos.Hechos como éste, aparte de la vergüenza personal y de la solidaridad con las víctimas, vienen a amenazar muy seriamente nuestro turismo y la imagen que terminamos teniendo todos de nuestra ciudad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de septiembre de 2002