Acaban de dar las cuatro. No podemos dormir. No es que haga mucho calor ni que estemos agobiados por el trabajo que nos espera mañana -o mejor, dentro de unas horas-. Tampoco es que nos preocupe el hipotecario o las letras del coche. No.
No somos los únicos. Otras luces detrás de las ventanas indican que más de un vecino está despierto. Seguro que con el mismo enfado y cabreo que nosotros. Vuelven a oirse gritos en la calle, a oirse acelerones y frenazos, a oirse pitidos estridentes, a oirse alguno que otro trasto golpear el asfalto lanzado desde las ventanas hacía los autores de tanto escándalo. Una manera un tanto primitiva de solucionar las cosas pero la única que queda cuando llamas a la Policía y te dicen textualmente que ellos no pueden hacer nada, que la prostitución ha existido siempre y que qué le vamos a hacer. (Además estamos de suerte, los domingos es el día más tranquilo!... tenían que ver los viernes y sábados...)
Si, el ruido procede del mercado de carne africana que cada noche abre sus puertas en el barrio del Grao de Valencia . Aquí cada noche docenas de chicas venden sus labios, superiores e inferiores, por solo 15 y 5 euros respectivamente. Si el cliente lo negocia bien quizás menos. No, no he tenido que bajar a la calle y preguntar las tarifas. El jaleo que se arma es tal que uno puede escuchar eso y más sin levantarse de la cama. Y lo mejor de todo es que la Policía tiene la desfachatez de decir que ellos no pueden hacer nada, que si quiero me mienten y me dicen que ya lo solucionan. De locos, vaya. Hago una pregunta abierta : ¿Haría algo nuestra alcaldesa o delegado de Gobierno si se trasladase este circo junto sus residencias? Yo de todas formas creo que voy a hacer limpieza de armarios y a preparar munición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de septiembre de 2002