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Crítica:

El Rey que no quiso reinar

La vida de Simeón de Bulgaria y los hechos que protagonizó son reconstruidos por Ramón Pérez-Maura en El rey posible. En esta biografía, el periodista muestra su conocimiento de un hombre que siempre creyó que en la Historia podía haber segundas oportunidades.

El periodista de Abc Ramón Pérez-Maura tiene una especial querencia por los soberanos que no han dado de sí toda la soberanía que podían. Así, publicó hace dos años una excelente biografía del archiduque Otto de Habsburgo, cuyo gran problema fue que el Imperio austro-húngaro se le acabara antes de tiempo, y ahora la de Simeón de Bulgaria, que si no se quedó sin país cuando menos el comunismo le impuso una cuarentena de medio siglo. El caso no es, sin embargo, el mismo, porque el último zar búlgaro renunció a tratar de recuperar la institución monárquica, prefiriendo, con gran prudencia patriótica, volver democráticamente antes que dinásticamente. Y, con ello, hoy no reina, pero gobierna Bulgaria elegido por su pueblo.

EL REY POSIBLE

Ramón Pérez-Maura Belacqua. Barcelona, 2002 255 páginas. 15 euros

La obra de Pérez-Maura es de las que hacen sentir al lector que asiste no ya a la reconstrucción, sino a la mismísima construcción de los hechos. El autor biografía a personas que conoce excepcionalmente bien, a las que, sin duda, admira, pero a las que no regala nada, si no es la épica interior de sus vidas. En este sentido, la de Simeón -como el archiduque Otto, un soberano muy español, porque en España ha vivido mucho más tiempo que en su país- está amasada en la oscuridad tenaz de quien no perdió nunca la convicción de que en la historia podía haber segundas oportunidades, y no necesariamente, como decía un pensador del siglo XIX, en clave de farsa. Esa ascensión del exiliado sin apenas patrimonio al que todos creían dejado de lado por la historia, hasta la dirección actual de los asuntos de su país, ya cumplidos los 64 años, es la trayectoria que el autor describe con una riqueza de proximidad y detalle significativo que hace que pensemos que todo ese tiempo estuvo oculto tras una cortina esperando la siguiente escena, lo que, bien mirado, seguramente fue así.

Cabe argumentar que no sólo el tesón del soberano, sino algún rebote favorable de las circunstancias acabó echándole una mano para que remontara semejante tanteo en contra, así como que el pueblo búlgaro, a la muerte del comunismo, no votó tanto a una legitimidad histórica como a un salvador que pareciera convincente, ataviado de modernidad europea. Pero ese ángulo no se esquiva tampoco en este apasionante cuento contemporáneo de la Cenicienta. El autor conoce a la perfección a su presa, y por ello nos la restituye en estas páginas en carne y hueso. Con milagro y todo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de septiembre de 2002

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