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Crítica:

Ciudad de espejos

Nueva York es el escenario escogido por Amparo Serrano para su novela y por un grupo de autores, entre ellos José Luis García, para escribir sus cuentos.

El crítico y poeta asturiano José Luis García Martín dice de Líneas urbanas, ese libro colectivo que surgió de las tertulias de café el verano de 2001, semanas antes del 11-S, que está escrito por enamorados que se apretujan en el banco inexistente de Brooklyn Heights, donde un amanecer Woody Allen le dijo -silencio, se rueda- a Diane Keaton: 'Digan lo que digan ésta es una ciudad maravillosa'. Acaso sólo encuentran el banco de Allen quienes van a Nueva York de paso y llevan unos manoseados 'Austral', el Nueva York de Paul Morand o La ciudad automática o Un año en el otro mundo, de Julio Camba. En cambio los que viven en ella, los que pasan una temporada de sus vidas nunca acaban de encontrar el banco de Brooklyn Heights, como le ocurría a José María Conget, el escritor aragonés que metió la ciudad en una magnífica novela, Hasta el fin de los cuentos (Pre-Textos, 1998), y en un texto breve y hermosísimo, Cincuenta y tres y Octava (Xórdica, Zaragoza, 1997).

NOCTURNO DE NUEVA YORK

Amparo Serrano de Haro Debate. Madrid, 2002 141 páginas. 13,50 euros

LÍNEAS URBANAS. LECTURA DE NUEVA YORK

José Luis García Martín y otros Llibros del Pexe. Gijón, 2002 202 páginas. 13 euros

Líneas urbanas está urdido por un puñado de enamorados: unos que viven allá, José Muñoz Millanes, que viaja por el suburbano de la memoria colectiva de su zona, o la argentina Susana Reisz, que le toma la temperatura a la ciudad atravesándola en metro, éste real; y otros, que van de acá, con la maleta de sus lecturas y memorias, en una coreografía de Gene Kelly.

La protagonista de Nocturno de Nueva York, de la que sólo conocemos la inicial de su nombre, A., va a Nueva York no con la maleta de las lecturas sino con la ropa usada del desamor. Llega para olvidar, 'venía para olvidarte', le dice a otra inicial, coincidente A., una sombra que dejó en Madrid y que acabará reflejándose en todas las esquinas de la ciudad, la ciudad de los espejos, como la llama.

Al contrario que el puñado de enamorados de Líneas urbanas, la protagonista de esta hermosa e intensa novela de Amparo Serrano de Haro no parece llegar a su exilio sentimental con una idea preconcebida de la ciudad. La irá descubriendo, imagen a imagen, según aquélla se refleje en los espejos de las calles, de los edificios, de los ascensores, de los escaparates, del horizonte de rascacielos aún sin la cicatriz del 11-S. Y las imágenes que descubrirá A. se mezclarán con las imágenes que le asaltan, en cualquier esquina, las de ese suave y elegante -atroz en el fondo- triángulo de amor, los amores imposibles de una mujer y de una hija enamoradas del mismo hombre. Luchando con esas imágenes que le hieren en el recuerdo, la protagonista descubrirá el rostro de la ciudad y, a la manera de Baudelaire, le seguirá el rastro a la belleza de la ciudad, esa ciudad de los espejos, tal como la ve. Nueva York irá penetrando poco a poco por el sistema de ventilación de la protagonista, que acabará purgando su corazón y penando su culpa según vaya limpiando de sombras lejanas el aire de la ciudad. Amparo Serrano de Haro ha escrito un libro inteligentemente comprimido, en el que las palabras justas se bastan para que le sigamos el rastro a ese dolor, a ese desamor.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de septiembre de 2002

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