En la sabiduría del romano era un hábito
posiblemente triste, pero natural y acompañado.
Hay que pensar sin temor en la muerte (un lugar
de reposo y olvido) y habituarse a la sangre,
antiguo color de la pasión y el gozo, que ahora
será osado camino hacia la paz. El agua está templada
y entras. Oyes música suave. Hay un amigo o dos,
y alguien que supo rasgar las venas con un escalpelo
anestesiado. ¿Qué de malo? Luz tenue, violas
de la distancia, flores vagamente melancólicas...
No, ninguna despedida es alegre, pero todos nos despedimos.
¿Por qué no escoger el momento, la compañía, la hora,
y desatadas las venas -al viejo modo romano-
dejarse blandamente ir, brumoso, fiel, tranquilo?
Luis Antonio de Villena es autor del libro de poemas Las herejías privadas (Tusquets).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de septiembre de 2002