La calma y el dolor reinaban ayer en Afganistán tras los sangrientos atentados del jueves en Kabul y Kandahar, que dejaron 46 muertos y más de un centenar de heridos. El presidente afgano, Hamid Karzai, acusó a miembros del antiguo régimen talibán y de la organización terrorista Al Qaeda de haber organizado el atentado del que escapó ileso en la sureña ciudad de Kandahar, feudo del derrocado mulá Omar.
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El ministro de Defensa, Mohamed Qasim Fahim, informó de la detención de una veintena de sospechosos, entre ellos dos soldados que habían sido reclutados hace 20 días. Fahim hizo hincapié en que la fecha de los ataques ha sido cuidadosamente elegida tanto para conmemorar el asesinato del principal opositor al régimen talibán, el líder guerrillero Ahmed Shah Masud, como el 11-S.
El presidente afgano dijo que no piensa aumentar su número de guardaespaldas, pero que prestará más atención a las cuestiones de seguridad y en especial a la selección de los miembros de las fuerzas de seguridad. Karzai señaló que el intento frustrado de acabar con su vida no va a impedirle continuar su lucha contra el terror. 'Voy a continuar', declaró Karzai, tras indicar que éste era el tercer atentando al que sobrevivía y que su padre fue asesinado por los talibanes, pero que nunca dejó de luchar contra ellos. El presidente lamentó, sin embargo, la muerte de uno de sus guardaespaldas el jueves.
En el mosaico étnico de Afganistán, la desaparición de la escena política de Karzai, de la etnia mayoritaria pastún, supondría dejar el grueso del poder en manos de los tayicos, que apenas suponen un 30% de la población afgana, lo que rompería el difícil equilibrio que ahora trata de mantenerse.
En la conferencia de prensa celebrada por Karzai en Kabul, el presidente afgano volvió a pedir a la comunidad internacional un mayor número de observadores estacionados fuera de Kabul. En la actualidad hay 5.000 soldados de 20 países.
El ministro de Exteriores, Abdulá Abdulá, señaló que la serie de atentados que sacudió el país pone en evidencia que 'la guerra contra el terror en Afganistán está lejos de haberse acabado'. Abdulá señaló que se trata de un nuevo intento por desestabilizar Afganistán.
Mientras, en Kabul, donde ayer se sucedían los entierros de las víctimas del coche bomba que explotó en el centro de la capital, diplomáticos europeos destacaban que estos ataques revelan la dificultad que encierra el extender la campaña de Afganistán a Irak.
'Al Qaeda es como un escorpión que se tumba y espera. Su estrategia es desestabilizar Afganistán y Pakistán, para lo que realiza operaciones a baja escala pero de gran impacto', declaró Magnus Ranstorp, un experto en cuestiones terroristas de la Universidad escocesa de St. Andrews.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de septiembre de 2002