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CARTAS AL DIRECTOR

La boda de la hija de Aznar 1

Creía haber superado mi capacidad de asombro, pero, ante el despliegue desmesurado de medios en la boda de la hija de Aznar, me he quedado boquiabierto y me surgen una serie de preguntas:

¿Cuánto nos ha costado a cada ciudadano-contribuyente semejante despilfarro de gasto público para una boda privada?

¿Estaremos, además, hipotecados por la generosidad en los regalos recibidos de particulares?

¿Debieron asistir oficialmente los reyes a una boda privada?

Por su parte, la Iglesia católica -cómo no- también ha estado a la altura de las circunstancias. Una boda así no podía celebrarse en una capilla cualquiera, debe hacerse en el monasterio de El Escorial, aunque los jueves esté normalmente cerrado al público (a partir de ahora, supongo que se abrirá).

Además, tampoco debe ser oficiada por un cura; debe ser un cardenal (deduzco que ante Dios, el valor del sacramento variará según el oficiante... ¡Bendito sea Dios!).

Claro que también pienso que mis preguntas son producto de mi estado de confusión mental y, por tanto, que esté viendo gigantes donde sólo hay molinos.

En cualquier caso, como ciudadano-contribuyente-votante, tomo buena nota y espero recuperarme antes del previsible futuro bautizo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de septiembre de 2002