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Carácter para afrontar el infierno

Nada más efectivo en el infierno que una buena acción. El estadio Apostolos Nikolaidis reunía ayer todas las condiciones precisas para construir el habitual horno futbolístico griego: pequeño, gradas cercanas y verticales, es decir propicio al estruendo y abigarrado por 17.000 seguidores dispuestos a dejarse la garganta.

El infierno se hizo ver cuando la selección española salió a calentarse al terreno de juego. Una bengala cayó junto a un grupo de jugadores. Otra, junto a Casillas cuando el árbitro se disponía ya a dar inicio al partido.

Malos presagios, sobre todo después del brusco encuentro disputado un día antes por los equipos sub 21 de ambos países. Y las bengalas volvieron tras el descanso, aunque en esta ocasión en la portería helena.

La tercera acción, sin embargo, fue demoledora. El gol de Raúl -iguala a Hierro con 29 tantos como máximo realizador de la selección- fue como un manguerazo en aquel presumible infierno. El estadio enmudeció y se pudo asistir a un hecho poco frecuente: un encuentro en Grecia con un silencio propio de un teatro de la ópera.

Hasta el minuto 21 no se recuperaron los aficionados de la afrenta. Ataviados de azul gracias a las camisetas repartidas en las puertas del recinto, entonaron por primera vez un cántico de ánimo a su conjunto y comenzaron a mostrar su desagrado con la actuación arbitral reclamando sucesivos penaltis.

Pero el colegiado era el alemán Markus Merk, difícil de intimidar además de poco dado a la superstición: camisola amarilla y silbato amarillo. Demasiado carácter para quemarse en el infierno.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de septiembre de 2002