El Open de Estados Unidos parece haber sufrido un retroceso en el tiempo. Doce años después de que se enfrentaran en su primera final del torneo neoyorquino, Pete Sampras y Andre Agassi, de 31 y 32 años respectivamente, volverán hoy a encontrarse en la pista central de Flushing Meadows para disputarse el título. Será como una aparición, un partido que no se corresponde con la época actual, en la que ellos dos ya no ocupan posiciones preponderantes en la clasificación mundial y cuando sus días de gloria parecían virtualmente acabados.
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Casi nadie les esperaba en la última ronda. Pero Sampras, ahora el tenista número 17, ganó en tres mangas al holandés Sjeng Schalken, el 25, por 7-6 (7-6), 7-6 (7-4) y 6-2 en dos horas y 24 minutos y Agassi, el 6, acabó cerrando las puertas al mismísimo número uno, el australiano Lleyton Hewitt, campeón del Open en 2001 y de Wimbledon este año, al batirle por 6-4, 7-6 (7-5), 6-7 (1-7) y 6-2 en dos horas y 59 minutos.
La final de hoy supondrá no sólo el último homenaje a dos grandes campeones en su propio país y ante el primer aniversario del atentado terrorista del 11-S, siempre presente, sino también un regreso a tiempos pretéritos, a épocas añoradas por muchos aficionados, convencidos de que entonces todavía era el talento y no la fuerza bruta el que decidía.
Será también un clásico, el partido más repetido del último decenio: 33 veces, con 19 victorias de Sampras y 14 de Agassi, desde que los dos se vieran las caras en Roma, en 1989. Entonces eran dos críos. Ahora pueden alardear de poseer los mejores palmarés del circuito. Sampras acapara casi todos los récords, con 13 títulos del Grand Slam y el respaldo de haber finalizado seis años consecutivos como el número uno: entre 1993 y 1998. Agassi, con siete coronas, es el último jugador que ha ganado los cuatro grandes.
Son, también de largo, los dos jugadores más veteranos del torneo, pero se despacharon a gusto contra la juventud. Sampras, que dejó en el camino al emergente valor estadounidense Andy Roddick antes de abrirse paso con firmeza en las semifanales frente a Schalken, afrontará su tercera final consecutiva en Nueva York y la 18ª de su brillante carrera tenística. Casi nadie le veía ahí. Pero él siempre se mantuvo firme.
Claro que para ganar ahora deberá lidiar con un Agassi tan pletórico como él mismo. "Más que ver qué podemos dar cada uno", concluyó Agassi, "esta final será un bello brindis al pasado. No ha habido nada mejor en mi carrera que jugar contra Pete".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de septiembre de 2002