Después de leer los escasísimos resultados de la cumbre sobre el desarrollismo no sostenible, la desolación habita en el alma de todo ciudadano y la desesperación tiene todos los números para vencer; pero cuando, al mismo tiempo, ese mismo ciudadano sabe de la concesión del Premio de la Concordia a Barenboim y Said, dos intelectuales comprometidos con nobles causas, entonces el mundo vuelve a ser real y tangible y uno felicita al jurado por habernos premiado a todos con la concesión de ese galardón tan merecido. Para celebrarlo, el Concierto para piano, número 21, de Mozart, dirigido por Barenboim e interpretado por Said. ¡Allegro, molto allegro!-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de septiembre de 2002