George W. Bush no quiso hablar en público en la zona cero de Nueva York. Se dirigió al solar en cuanto llegó a la ciudad, a media tarde, y se mezcló con los familiares y los amigos de las víctimas, estrechó manos, consoló y abrazó, firmó autógrafos y derramó algunas lágrimas. A Bush no le gusta Nueva York, pero el terrible hueco dejado por el World Trade Center no deja de impresionarle. Lloró el año pasado, en su primera visita, y lloró ayer. Reservó para el escenario neoyorquino, además, su discurso nocturno a la nación, una alocución emotiva para cerrar una jornada de recuerdos. "Este ha sido un año de tristeza, de vacíos", apuntó.
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El discurso se realizó en Ellis Island, con la estatua de la Libertad iluminada a espaldas del mandatario. "Para los que perdieron seres queridos", señaló Bush, "este ha sido un año de tristeza, de vacíos, de recién nacidos que nunca conocerán a sus padres en este mundo". "Para todos los americanos, ha sido un año de ajuste, de hacerse a la difícil idea de que nuestra nación tiene enemigos muy determinados, y de que no somos invulnerables a sus ataques", añadió.
Bush hizo la "solemne promesa" de no descansar "hasta que se halla hecho justicia" y lanzó una advertencia contra Sadam Husein: "No permitiremos a ningún tirano amenazar a la civilización con armas de destrucción masiva".
Bush había comenzado la jornada con un minuto de silencio en los jardines de la Casa Blanca y con una ceremonia en el Pentágono, uno de los blancos de los terroristas un año atrás. Acompañado por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, rodeado de los altos mandos militares y aplaudido por 13.000 personas desde las gradas erigidas junto al cuartel central del ejército más poderoso del planeta, el presidente de EE UU dio por seguro que su país iba a "ganar la guerra". En vísperas de su discurso sobre Irak ante la ONU, Bush aprovechó para enviar una advertencia a "los tiranos que apoyan a los terroristas".
En un momento de su intervención, Bush cerró el puño derecho y golpeó el atril para enfatizar la frase más significativa: "Siempre que los terroristas y los dictadores hagan planes contra nuestra vida y contra nuestra libertad, tendrán que luchar contra el ejército, los guardacostas, la fuerza aérea y los marines de Estados Unidos", proclamó.
La belicosidad de los discursos fue punteada por el rugido de los cazabombarderos que patrullaban el espacio aéreo sobre el Pentágono. Rumsfeld, a quien Osama Bin Laden se le escurrió entre los dedos en las montañas de Afganistán, dio la guerra por ganada: "Los terroristas que nos atacaron ya han sido vencidos. Fueron vencidos antes de que sonase el primer disparo en Afganistán. Fueron vencidos porque fracasaron por completo en sus objetivos. Los terroristas querían que el 11 de septiembre fuera un día en el que muriesen inocentes. En cambio, fue un día en el que nacieron héroes", dijo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de septiembre de 2002