Nunca antes las relaciones entre Georgia y Rusia habían estado tan tensas. La amenaza del presidente ruso, Vladímir Putin, de atacar el territorio georgiano para acabar con los separatistas chechenos -"terroristas internacionales", según el lenguaje del Kremlin- han puesto a ambos países al borde de la guerra. Moscú hizo llegar ayer, con explicaciones, el texto de las declaraciones hechas el día anterior por Putin tanto a la ONU como a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) con la clara intención de hacer ver a Tbilisi que el ultimátum dado el miércoles va en serio.
Putin eligió el 11 de septiembre, el aniversario de los atentados contra EE UU, para lanzar sus amenazas contra Georgia. "Si los dirigentes de Georgia no adoptan medidas concretas para liquidar a los terroristas y de su territorio continúan las incursiones de los bandidos, entonces Rusia, actuando en estricta concordancia con el derecho internacional, dará los pasos necesarios para contrarrestar la amenaza terrorista", señaló Putin. Al mismo tiempo, el líder ruso dio orden al Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de que estudiara "la posibilidad y conveniencia" de atacar las "bases terroristas" en Georgia.
Desde Washington, el departamento de Estado de EE UU advirtió a Rusia de que la Administración Bush "apoya con firmeza la integridad territorial de Georgia y se opondrá cualquier acción militar unilateral de Rusia en Georgia". Por su parte Tbilisi respondió diciendo que si Rusia emprendía una acción militar unilateral ello equivaldría a una declaración de guerra.
"Derrota moral"
Pero el presidente Eduard Shevardnadze trató de minimizar las advertencia del Kremlin al declarar que no había "motivos para el pánico". Shevardnadze calificó de "apresurada" la intervención de Putin y señaló que no creía que Rusia se decidiera a emprender "una aventura" en territorio georgiano, ya que si lo hacía sufriría "una derrota moral a los ojos de todo el mundo". Sea como fuere, está claro que Rusia se ha cansado de ver cómo los separatistas tienen bases en el desfiladero del Pankisi, desde donde periódicamente realizan incursiones en Chechenia. Además, según el Kremlin, desde allí ingresan el dinero y las armas para los grupos guerrilleros que periódicamente atacan a los convoyes rusos y realizan actos de sabotaje en las ciudades haciendo explotar minas al paso de los vehículos militares.Putin ha decidido cesar los bombardeos anónimos, cuya autoría Rusia no reconocía por más que fuera evidente, y asumir la responsabilidad de los futuros ataques, que el Kremlin piensa que tiene derecho a lanzar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de septiembre de 2002