'Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro', se inicia la cita de Gustavo Adolfo Bécquer que abre este excelente poemario de Javier Rodríguez Marcos (Nuñoral, Cáceres, 1970). Y, como el protagonista de Cómo es, de Samuel Beckett, que, de vez en cuando, a lo largo del libro, se iba dando con un martillo en la cabeza, por considerar que 'la cabeza era la culpable de todo', la voz de Frágil se propone ser la de un 'hombre que mira', que mira el mundo y la humanidad que lo rodea, con expresa voluntad de 'mirar sin ideas' para que el pensamiento, y las palabras 'grandes', no le impidan ver la realidad. Libro riguroso, con una cohesión interna que raramente encontramos en la poesía última peninsular, sugerente e inquietante (la desconfianza en el valor del lenguaje está expresada en estos versos con la misma dolorosa lucidez con que se reconoce la imposibilidad de renunciar a él), Frágil responde de principio a fin a los planteamientos estéticos enunciados en Otra poética: 'Evitar / desde ahora una palabra: / yo. Mirar sin ideas. / Evitar / las imágenes, algunas imágenes, / las que sean poéticas. / Escribir / como el que hiciera cuentas / en los márgenes del papel usado. / Evitar / hacerse sangre en la planta del pie / con los trozos de las palabras rotas / al caminar descalzos. / Evitar / las poéticas y los infinitivos / y las palabras grandes, porque cualquiera sirve. / Evitar, / evitarse. / Porque cada palabra / corre el riesgo de ser / la palabra de más'.
FRÁGIL
Javier Rodríguez Marcos Hiperión. Madrid, 2002 66 páginas. 7 euros
En efecto, el recelo -casi el pánico- a las palabras de más ha llevado a Rodríguez Marcos a escribir un libro de poemas de una austeridad extraña, ya que la voz de ese hombre cansado que contempla la calva cotidianeidad de sus semejantes (ese hombre para quien la gran Odisea -como dice en el poema que lleva este título- radica no en vivir lo extraordinario, sino 'en sobrevivir / al tedio duro y seco de días como éste'), lejos de enumerar lo meramente evidente consigue crear un mundo aparentemente mínimo, pero misteriosamente profundo, mediante un verbo escueto que, sin embargo, linda el hechizo y logra subyugarnos. Libro de una belleza secreta, Frágil es el pudoroso lamento de una pérdida dramática: la pérdida de la fe en las palabras (magnífico el poema titulado El himno y el secreto). Tragedia que recorre la poesía moderna, desde Hofmannsthal a Alejandra Pizarnik, frente a la que -como opta el autor en Extinción- sólo cabe alcanzar un lenguaje capaz, no de acercarnos a la realidad, ni de explicarla, sino de contenerla en sí mismo, de contener la realidad y la vida. Es decir, lanzarse a la consecución del poema total propugnado por Huidobro cuando pedía: '¿Por qué cantáis a la rosa, ¡oh Poetas! / Hacedla florecer en el poema'. Ésa es la opción de Rodríguez Marcos al escribir: 'Escribo pan y muerdo la palabra'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de septiembre de 2002