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Crítica:POESÍA

De nuevos y no tan nuevos poetas

La poesía reciente no parece hallar una senda unitaria, ni siquiera dominante. He aquí algunos títulos que componen una realidad de momento casi inextricable.

En la poesía que emerge, no se percibe una estela dominante que reduzca la pluralidad creativa y la dote de unas claves homogéneas para su valoración. Esta variedad resalta en libros recién aparecidos, no todos de autores jóvenes y menos aún noveles, pues hay poetas experimentados cuya difícil inserción en los cauces más concurridos propicia su desatención crítica, que aquí queremos corregir aunque sólo sea con un apunte y una invitación a la lectura. En cambio, hay jóvenes que apuestan por la continuidad estética y por un respeto acaso excesivo a la tradición. Cercanías, de Ángel Mendoza (Puerto de Santa María, 1969), posee la fibra del simbolismo andaluz de posguerra, línea Cántico. La elegía está lavada de todo fango depositado por la historia, y la infancia es un 'regalo prodigioso, retorno sin heridas'. Esta poesía arraigada, acorde con la de su paisano Enrique García Máiquez, se balancea en la facilidad de las asonancias, y su misma soltura puede dar en cierta previsibilidad. Lugares para un exilio, de Javier Cano (Jaén, 1973), comparte con el anterior su temporalismo y la solvencia formal, pero aquí los espacios exteriores -casas en ruina, parques invernales, calles desiertas- conducen a los pasadizos del alma, a veces dispuestos como ascenso cognoscitivo; así en Solar, un poema en la línea del mejor Rafael Guillén. Carlos Pardo (Madrid, 1975), autor de Desvelo sin paisaje, se aleja de la vaga sugerencia impresionista y propende a los atrevimientos imaginísticos y a la dispersión teatral de las voces. Las varias incitaciones de sus poemas no siempre favorecen una construcción compacta y unitaria, por la riqueza dispersiva de su intuición, que aún debe ensamblarse armónicamente: si lo consigue, cabe esperar de él mucho.

María Cristina Morano (Madrid, 1967) es autora de La insolencia, un libro original y áspero, realista, circunstanciado. La mujer, la pobreza, la violencia urbana..., encuentran voz narrativa en estos versos sueltos, bien ligados y escuetos de metáforas, que construyen un personaje de mujer (lejos del pretendido universal femenino) que escribe poesía (lejos del pretendido universal poético). Alfonso Vallejo (Santander, 1943) es un reconocido dramaturgo y menos reconocido poeta, aunque Plutónico ser es su duodécimo poemario. Como si quisiera demostrar la convención de los géneros, en él dramas y poemas responden al mismo instinto de ruptura formal, de propensión analítica y de introspección en hombre y mundo, íntimamente soldados. No hay en estos poemas zalemas ornamentales, ni vaivenes rítmicos, ni dulzuras temáticas: estamos ante una poesía desabrida, caudalosa y auténtica. Por su lado, Manual de supervivencia, de Carlos Jiménez Arribas (Madrid, 1966), es un conjunto de prosas domeñadas y tensas, de gran densidad simbólica y sostenidas en el ápice de un lirismo no empalagosamente explícito. El título es asimismo el de la última parte, un planto emotivo y hondo por la muerte de la madre, cuya intensidad visionaria no desdiría de ciertos momentos de Gamoneda.

También están escritos en

prosa los poemas de Una mano escondida en un cajón, de Pilar González España (Madrid, 1960), enjutos y transparentes en su forma, limpios en el resultado, como lascas o breves apuntes situados en la zona de sutura entre el autor y la realidad. De ahí el tono epistémico de esta poesía trémula y pura, articulada en una sarta de enunciaciones con un leve excipiente narrativo. Javier Velaza (Castejón, 1963), en fin, manifiesta en Los arrancados un dominio casi ostentoso de los ritmos, de la formulación retórica y de la construcción del poema. Su maestría narrativa, dispuesta a menudo en alejandrinos poco modernistas, se salva del manierismo al vertebrar una visión de destemplanza ('somos los arrancados') que se rebela contra los sucedáneos de la serenidad ('todo está bien, gozad, gozad, benditos, / del fragor de esta paz / -la paz de los pazguatos-'). Agonismo y fatalismo vitales fuerzan una conciliación de contrarios en poemas tan logrados como My way, que pone del revés tópicos fundantes de nuestra cultura sin que en la inversión se haya caído la poesía al suelo.

Cercanías. Ángel Mendoza. Pre-Textos/Ayuntamiento de Alcalá la Real. Valencia, 2002. 60 páginas. 8,76 euros. Lugares para un exilio. Javier Cano. Rialp. Madrid, 2002. 64 páginas. 7 euros. Desvelo sin paisaje. Carlos Pardo. Pre-Textos/Diputación Provincial de Málaga. Valencia, 2002. 60 páginas. 6,73 euros. La insolencia. María Cristina Morano. Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. San Sebastián de los Reyes (Madrid), 2001. 56 páginas. 5,77 euros. Plutónico ser. Alfonso Vallejo. Huerga & Fierro. Madrid, 2002. 152 páginas. 10,52 euros. Manual de supervivencia. Carlos Jiménez Arribas. Bartleby Editores. Madrid, 2002. 80 páginas. 6 euros. Una mano escondida en un cajón. Pilar González España. Germania. Alzira (Valencia), 2002. 80 páginas. 10,58 euros. Los arrancados. Javier Velaza. Lumen. Barcelona, 2002. 80 páginas. 11 euros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de septiembre de 2002