Dice el saber popular que de buenas intenciones está empedrado el infierno.
Se adivinan buenas intenciones en el artículo de Carmelo Encinas, titulado Ecuatorianos (31-8-2002), pero envía al infierno a demasiada gente, tal vez a todos los inmigrantes que proceden de otras geografías, y que, según el autor, deberían tomar buen ejemplo del modelo de inmigrante que ofrecen las dos personas que, por casualidad, ha conocido.
Afirma que le encantan los ecuatorianos porque son sencillos, educados y dignamente humildes; con este tipo de generalizaciones se hace un flaco favor a los ecuatorianos, que tienen perfecto derecho como individuos a ser complejos, maleducados con quien les falta al respeto y luchadores empedernidos cuando se trata de mejorar su condición social.
Y todo ello sin que esas características personales les haga mejores o peores en función del prototipo que cada cual tengamos del colectivo.
No se puede desde un medio de comunicación libre alimentar el maniqueísmo usado oficialmente, y distinguir entre inmigrantes buenos e inmigrantes malos según el grado de alienación personal que sean capaces de soportar estos trabajadores para ganarse la vida honradamente, y del número de compatriotas presos.
El autor está pensando, al igual que lo hace el actual Gobierno, en el inmigrante ideal como una persona que acepta vivir hacinada, trabajando en horario continuo como mano de obra barata, que regresará a su país cuando ya no sea útil, o será expulsado si no es sumiso.
Y todo ello sin adquirir ningún derecho social porque ha llegado con un visado de turista, trabaja sin permiso administrativo, es decir, es 'irregular', y en esa situación permanecerá siempre, a merced de su empleador.
Éstos son los inmigrantes que ha conocido el autor y éste es el modelo de inmigración que propone como mejor ejemplo para otros colectivos, sin haber preguntado a esas dos personas si quieren ser ejemplo para alguien.
Y lo que resulta peor, el autor, pese a creer que los conoce, no se ha interesado por saber qué es lo que necesitarían para mejorar su situación, conseguir la integración social y el respeto a sus diferencias, ellos y todos los inmigrantes que en Madrid viven como ellos.
Sugiero pues que ése sea el contenido del próximo artículo de Carmelo Encinas a publicar en sus páginas si es que sigue empeñado en buscar la ejemplaridad ciudadana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de septiembre de 2002