El motivo de las siguientes líneas es poner de manifiesto -una vez más- la situación precaria en la que viven la mayoría de becarios de este país.
Esta vez se trata de la beca Séneca de intercambio de estudiantes, que favorece y promulga, en teoría, la diversidad cultural universitaria entre distintas comunidades.
Ante dicho motivo, cada año son más los estudiantes dispuestos a abandonar sus domicilios habituales (ya que también la beca posee ciertos atractivos de índole económica). No obstante, este año se ha encontrado con la destacable torpeza del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, ya que, habiendo fijado en el BOE como fecha máxima de emisión de las resoluciones el 31 de julio de 2002, todavía estamos a la espera de un listado oficial (a día 2 de septiembre), con todo lo que esto implica, a saber: que las matrículas del curso comienzan en septiembre y no se sabe dónde deben matricularse los estudiantes, además que la movilización implica buscar un lugar de residencia para el nuevo curso.
Y es que parecen haber olvidado los señores del ministerio que detrás de cada becario hay una persona y que ésta, por lo general, ha sido o es un buen estudiante y que merece en toda regla la beca que solicita y que se le concede, que se deben seguir en definitiva, las pautas que (curiosamente) el mismo ministerio publica.
En este país parece que sea el becario quien realice un favor al Gobierno, más que una relación de trato recíproco.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de septiembre de 2002