El hartazgo fue mayúsculo de tanta sádica repeticion del choque de los aviones, que hicieron que se nos removieran los intestinos, principalmente a los familiares y amigos que perdieron un ser querido aquel fatídico día. Hay que recordar que el dolor que se siente por una persona querida que muere sola de una forma imprevista es el mismo que si ese fallecimiento se produce junto al de 3.000 personas más. La excesivas repeticiones lo han magnificado de tal forma que por unos momentos han anulado, o lo han pretendido, todos los demás hechos trágicos e impactantes que tenemos en nuestros recuerdos.
Cada vez que veía las secuencias de la tragedia en las Torres Gemelas, pensaba en unas pasadas imágenes de televisión en las que se veía a un padre palestino y a su hijo pequeño apoyados en un pequeño muro, que intentaban con un pañuelo blanco en las manos refugiarse del fuego cruzado y que fueron acribillados a balazos de una forma certera y no accidental. Pero a fecha de hoy nadie, excepto sus familias y amigos, recuerda su aniversario.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de septiembre de 2002