No era sencillo reparar en el anuncio, aunque, una vez leído, su apretado mensaje llamaba poderosamente la atención. 'Atleta de élite (farmaceútico) busca patrocinador para volver a casa', decía el texto, acompañado por un número de teléfono.
El atleta en cuestión es el nadador guipuzcoano Iván Aguirre, de 27 años, cinco veces campeón de España en 50 y 100 metros braza. Y el redactor del anuncio no es otro que su padre, Álvaro, quien pagó la inserción publicitaria en varios periódicos del País Vasco sin la aprobación de su hijo, que no se imaginaba hasta dónde podría llegar la cruzada emprendida por su progenitor para tenerle a su lado y no en Barcelona, donde Iván tiene su residencia, se entrena y compite desde hace tres años.
El nadador no se encuentra a disgusto en la ciudad condal, enrolado en el Mediterrani, uno de los clubes más prestigiosos del país, becado por la Federación catalana y pagado por su equipo. De hecho, el mundillo de la natación tiene por referente Barcelona, así que, objetivamente, está en el mejor lugar para desempeñar su profesión. Desde luego, mucho mejor que en Guipúzcoa, donde estos últimos años se ha diluido la posibilidad de crecer como nadador, según explican los Aguirre. Sólo Kirolgi, la institución que ayuda a los atletas guipuzcoanos, apoya a Iván Aguirre con 1.800 euros anuales, 'a todas luces insuficiente para vivir', señalan a coro padre e hijo.
'Yo estoy cansado de tenerlo lejos, quiero que pueda llevar su carrera aquí; por eso inserté el anuncio', explica Álvaro, padre de tres hijos más. Su intención era ofrecer el trabajo de su hijo como farmacéutico (acabó la carrera hace dos años) en régimen de media jornada, a cambio de 15.000 euros anuales, la suma que percibe actualmente por diversos conceptos. 'Me han llamado un montón de personas ofreciendo a mi hijo un trabajo a jornada completa, y no quiero eso. Quiero que trabaje, sí, pero también que pueda entrenarse al máximo nivel, porque desea acudir al Mundial, el año que viene, y a los Juegos Olímpicos de 2004', se lamenta.
Mientras tanto, cada vez que Iván visita a su familia en San Sebastián paga religiosamente la entrada a la piscina y, por muy atleta de élite que sea, se entrena esquivando bañistas. 'No es normal lo que aquí ocurre', se queja el nadador, muy tentado por una oferta que le acaban de hacer en Barcelona. 'El Club Natación de Cataluña me ofrece, además de sueldo, un lugar de residencia pagado y un trabajo en el laboratorio del Centro Antidoping de Barcelona, con flexibilidad de horarios para entrenarme', cuenta Iván, quien sólo lamenta que su padre no plantease antes su iniciativa, porque la 'idea era muy buena'.
Álvaro solicitó ayuda institucional en su provincia hace dos años, pero 'todo fueron pegas', cuenta. 'La verdad es que no tengo contactos, ni a nivel oficial ni en el mundo empresarial, así que lo voy a tener muy difícil para conseguir mi propósito', se sincera. Y no le consuela saber que en dos años la carrera en la piscina de su hijo habrá concluído. 'Se me va a hacer largo', dice.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de septiembre de 2002