Volvió Alicia de Larrocha a la escena del Auditorio Nacional de mano de la Fundación Caja Madrid para traernos la belleza de una música 'para todos los días', en la vida de la pianista barcelonesa y en la de todo filarmónico: la de Chopin y Granados. Setenta y cinco años lleva Larrocha junto a la voz sentimental de Chopin y los ecos no menos romanticistas del autor de Goyescas. Un nuevo concierto de Alicia nos da siempre algo bello y fresco comunicado con la naturalidad que otorga la larga experiencia.
Así escuchamos la Barcarola y la Berceuse de Chopin interpretadas cual si fuera la primera vez por una artista que convive desde hace décadas con estos y otros mensajes íntimos y nobles, cuya humanidad busca y halla en el sonido confidencial, en un acento, en una mesurada respiración. Bien romántico quiso ser y fue Enrique Granados tanto cuando escribía sin referencias españolas como si se expresaba desde el casticismo goyesco con apoyo en lo popular urbano, esto es, el tonadillerismo.
Culminación de esta actitud fueron y son las Goyescas de doble vida: piano y ópera. Alicia interpretó ahora el segundo cuaderno, con El amor y la muerte y Serenata del espectro, al que añadió, para final, El pelele: gran pianismo brillante y difícil.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de septiembre de 2002