El sol que brilló por su ausencia durante los meses de julio y agosto en San Sebastián (apenas seis días soleados en los dos meses) luce ahora esplendoroso durante la celebración del Zinemaldia. Es cosa extraña pues la lluvia de estrellas y la de las nubes casi siempre fueron de la mano en el festival. El buen tiempo ha hecho posible ese claroscuro que forman estos días el horizonte despejado de La Concha y las salas de cine. De estas salas saldrá dentro de siete días la película ganadora de la Concha de Oro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de septiembre de 2002