Hace unos días, el Colegio de Ingenieros se alarmaba porque Barcelona ha dejado de ser 'el primer motor económico del Estado', repartiendo las culpas entre el Gobierno central y el autonómico. El tejido económico de cualquier país es dinámico y cambiante, y nadie ve con buenos ojos que su economía dependa de unos pocos centros económicos, como durante décadas sucedió con Barcelona, Madrid y Bilbao. Afortunadamente para España, aparte del Eje Mediterráneo, existen otros en expansión, de los que, quizá por interés, no se habla desde la Cataluña oficial, y es innegable la creciente aportación de Valencia, Zaragoza, Sevilla, La Coruña, Valladolid..., lo cual contribuye a aminorar los desequilibrios territoriales y a configurar un tejido económico más sólido y justo, con los consiguientes beneficios sociales que en sí conlleva.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de septiembre de 2002