Pasa un hombre cerca del lago; dispara su escopeta y mata una gaviota, sin saber por qué. Una infamia, dice él mismo. De la misma manera, un hombre llega a una casa y mata a una mujer. Ésta es la metáfora que da base a la obra: el escritor la apunta cuidadosamente en su cuaderno, y él mismo es el protagonista del suceso: la pequeña Nina -Silvia Abascal, dulce y doliente- se enamora de él, le sigue a Moscú, es abandonada, regresa y se suicida: el disparo, fuera de escena, es el final de la obra. Es la base de la obra de Chéjov que ahora se representa en Madrid, y no cuesta trabajo imaginarle a él mismo reflejado en ese personaje de escritor, que se pasea entre las gentes y les escucha hablar. Sus monólogos, su incomunicación, su país y sus 'toneladas de amor'. Perdido.
La gaviota
De Anton Chéjov. Intérpretes: Carme Elías, Roberto Enríquez, Juan Antonio Quintana, Silvia Abascal, Chema Mazo, Marta Fernández Muro, Goizalde Núñez, Sergio Otegui, Pedro Casablanc y Jordi Dauder. Escenografía: Gabriel Carrascal. Vestuario: María Luisa Engel. Iluminación: José Gómez-Cornejo. Dirección: Amelia Ochandiano. Teatro Albéniz.
Su representación por el prestigioso Teatro de la Danza tiende, como se está haciendo ahora mucho, a la recuperación de las formas originales, al teatro teatral, un poco exagerado y repetitivo para llegar bien al espectador. Puede que la directora haya pensado en que un mundo que ya no existe y que es irrepetible necesita ser representado sin naturalidad. El personaje en cuyo torno se reúnen los personajes, la actriz famosa -la representa Carmen Elías- marca ya (por orden de Chéjov) que las personas de teatro son exageradas y gesteras. El teatro como crítico del teatro.
Las casi tres horas de representaciones cansan un poco y el vacío de los personajes recae sobre los espectadores. Han pasado más de cien años desde que se estrenó, y ese siglo ha sido vertiginoso y cambiante; no es extraño que la reconstrucción pueda agobiar. Pero era un público de estreno, con gran parte de gentes de la profesión, algunos de los cuales habían hecho la obra -María Asquerino, cuando ella era la joven Gaviota transida- y aplaudieron con solidaridad y con recuerdos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de septiembre de 2002