Mañana asistiré compungido al sepelio del pollo para el caldo, los filetes y los palitos de merluza para el niño; son los muertos de Sevillana, los cadáveres que deja el apagón que sufrimos en parte de Mijas pueblo desde hace dos días.
Son víctimas inocentes, daños colaterales de las líneas de la Señorita Pepis que tiene el monopolio, a pesar de los billones que entre todos les dimos, a pesar de la subida de tarifas que promete el Gobierno.
Vale, cayó un rayo, pero ¿y cuando sopla el viento con apenas el rumor de una leve privatización? ¿O cuando caen dos gotas y media? El fluido deja de tener tan lúbrico nombre para convertirse en menopausia energética.
Sí, todos sus muertos, los del ente que arrasa pescados, carnes y electrodomésticos, el que no tiene ancestros y sólo entiende de kilovatios y pasta; por cierto, los macarrones con tomate, al carajo también.
Al calor de una vela, después de dos noches sin electricidad, garabateo esto. Lo pasaré a limpio cuando pueda y, además de acordarme de todos esos muertos, se me viene a la cabeza aquello de 'luz, más luz'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de septiembre de 2002