No todo es pacotilla entre las novedades literarias de otoño. Hay entre el aluvión de engendros seudohistóricos, manuales de autoayuda, paulocoelhos e isabelallendes textos tan contundentes como el de la última novela de Francisco Casavella, titulada Los juegos feroces. Casavella revive en la novela un día de su infancia, concretamente el 15 de agosto de 1971. Un día en el que pasa todo, porque en un día puede pasar todo; porque, de hecho, pasa todo en un día. El gran Julio Cortázar quiso hacer al revés el viaje alrededor del mundo ideado por Verne y escribió de un tirón La vuelta el día en ochenta mundos. Pero hablamos del libro de Francisco Casavella.
En Los juegos feroces, Casavella nos dice en algún lado, mientras deambula por una Barcelona muy poco parecida a la que pisan Jaime Gil y sus cuates de la izquierda divina, una de esas verdades aplastantes en las que casi nunca reparamos: 'El mundo', escribe, 'es terrible pero no es serio'. La frase debería iluminarse, mediante algún sutil dispositivo eléctrico, en la correspondiente página del libro: 'El mundo es terrible pero no es serio'. Miro por la ventana y lo compruebo. Luego leo en la prensa que el Ayuntamiento de Zaldibia ha nombrado hijo predilecto al aprendiz de terrorista muerto en Bilbao al estallarle la bomba que manipulaba. Es terrible, me digo, que las bombas estallen, incluso entre las manos de quienes las manejan sin pericia con el deseo de matar a otros. Pero no es serio, aunque sea terrible, que un ayuntamiento declare hijo predilecto a un terrorista en prácticas, aduciendo, como mérito social añadido, que el finado 'formaba parte de una charanga'.
Este país es terrible, pero no es serio. Es terrible y grotesca esta comunidad, esta patria que el hijo predilecto de Zaldibia pretendía liberar con charangas, tiros en la cabeza y coches bomba. Es terrible y no es serio (es de broma) que ETA compare al Gobierno vasco con el Gobierno colaboracionista de Vichy (busque las nueve diferencias entre Ibarretxe y el mariscal Petain) y es terrible y no es serio equiparar a verdugos y víctimas como se viene haciendo en este país desde hace treinta años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de septiembre de 2002