Como hija y nieta de republicanos que vivieron el exilio y vieron truncado su destino por tan dramática experiencia, nacida yo misma en la Francia ocupada por los nazis, deseo expresar mi satisfacción, que sin duda es la de muchos españoles, por la exposición El exilio, recientemente inagurada en Madrid, por los documentales que la televisión pública ha ofrecido y por algunas publicaciones aparecidas recientemente en las librerías.
Finalmente, manifestar que, aunque demasiado tarde para muchos, nuestra democracia ha recuperado la memoria histórica, la muestra a las jóvenes generaciones, se acaba con el humillante silencio y olvido de los perdedores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 29 de septiembre de 2002