Los novillos eran de Miura, pero no todos lo parecían. Tenían las hechuras propias de la casa: altos, largos, con cuello, de considerable esqueleto, mas no presentaban intenciones asesinas. Si acaso, los dos primeros sacaron ciertas complicaciones, aunque, más que eso, lo que tenían era una cierta incomodidad. Los otros dos fueron suavones, nobles y pecaron de sosería. Juan Alberto no estuvo bien, pero tampoco mal. Ni asumió compromisos ni se vio agobiado. Quizá la leyenda miura sí le agobió el subconsciente. El rejoneador Cañaveral, ante un buen novillo, libró una actuación de más a menos.
Miura / Cañaveral, Alberto
Novillos de Eduardo Miura, en tipo. José Luis Cañaveral: vuelta al ruedo. Juan Alberto -único espada- : saludos, oreja, ovación y oreja. Plaza de Algemesí, 29 de septiembre, novena y última de feria. Lleno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de septiembre de 2002