La gran vela comienza a navegar de nuevo, dos años después, en la misma bahía Hauraki de Auckland, donde el New Zealand retuvo la Copa del América ante el Prada italiano por un rotundo 5-0, al mejor de nueve regatas. Hoy se pone en marcha la Copa Louis Vuitton, con los nuevos barcos que desafían al poseedor de la mítica Copa. Nueve proyectos multimillonarios, tres estadounidenses, dos italianos, un suizo, un sueco, un francés y un británico se enfrentarán en sucesivas eliminatorias hasta el 21 de enero para decidir el aspirante a arrebatar al barco neozelandés el trofeo más legendario.
Más de 500 millones de euros se ponen en juego, pero sobre todo un nuevo rosario de intereses, espionajes y traiciones en liza, porque la Copa del América es mucho más que una competición o una serie de regatas. Detrás están múltiples desafíos tecnológicos, países enteros y personajes adinerados que encuentran en ella el mejor escaparate para sus caprichos y la gloria. España no ha podido formar un proyecto como para 2000, pero hay casos aún más llamativos de la dificultad para hacerlo. Por primera vez en 40 años y en 14 ediciones, ante la falta de patrocinadores, no habrá barcos de Australia, el primer país que quitó la Copa a los Estados Unidos, en 1983, desde que los norteamericanos la ganaron a los británicos el 22 de agosto de 1851, en la isla de Wight. Pero tampoco ha podido el Illbruck alemán, pese a su victoria en la última Vuelta al Mundo.
El panorama es para asustar. Hasta siete promotores de los nueve participantes son multimillonarios y cinco están entre los hombres más ricos del mundo en la lista de la revista Forbes. Paul Allen, el número 4, cofundador de Microsoft con Bill Gates, y Craig McCaw, el 116, empresario de telefonía que ha evitado la recesión, pagan los 80 millones de euros del OneWorld. Larry Ellison, el número 5, pone el nombre de su gigante informático, Oracle, al barco y, al parecer, con una rebaja inicial del presupuesto por los problemas económicos, hasta poco más de los 55 millones, con la ayuda de BMW.
Comprar al enemigo
Ambos aspiran a ser finalistas, pero el gran favorito de última hora, por su rapidez en los entrenamientos, parece ser el Alinghi suizo. Todo indica que es el fruto de la mayor y astuta inversión de Ernesto Bertarelli, el dueño del grupo farmacéutico Serono, la 31ª fortuna mundial. Con sus más de 90 millones de euros ha provocado incluso una revolución en Nueva Zelanda, pues se lanzó el primero al desafío y contrató a medio New Zealand, el ganador de 2000, empezando por Russell Coutts, el patrón. Las acusaciones de traición y el mal ambiente han marcado así los comienzos de la Copa Louis Vuitton.
El Prada italiano, en cambio, no parece tan fino como en 2000. Sin embargo, Patricio Bertelli, con su mujer Miuccia Prada, que da el nombre a la marca de moda -número 413 para Forbes-, ha vuelto a invertir unos 75 millones de euros, como prometió nada más perder. Y ha arrastrado a su compatriota -aunque no clasificado en la lista-, Vincenzo Onorato, riquísimo dueño de la compañía naviera Moby Lines. Su apuesta en el debut con el Mascalzato Latino es mucho más modesta, sobre los 25 millones y debería ser el único barco eliminado en la primera ronda. Después, con el nuevo sistema de repescas que comienza en esta edición, todo puede pasar. Pero tampoco parecen tener posibilidades el Areva del consorcio nuclear francés, y el GBR Challenge británico de otro multimillonario, Peter Harrison, vicepresidente del Chelsea, con 40 millones ambos, o el Victory Challenge sueco del acaudalado Jan Hugo Stenbeck, fallecido de infarto en agosto y que lleva ahora su hija Cristina, con 55.
La apuesta mítica, con unos 50 millones a base de pequeñas donaciones, volverá a ser el estadounidense Dennis Conner, ganador, recuperador y perdedor de la Copa como nadie. Sus Stars and Stripes son ahora del New York Yatch Club. Y él sí tiene experiencia para alcanzar las semifinales, al menos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de octubre de 2002