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Rusia no logra vencer a los rebeldes chechenos después de tres años de guerra

Millar y medio de militares muertos anualmente -y muchísimos más civiles- es el balance del tercer aniversario de la guerra de Chechenia, que se está celebrando en las montañas del Cáucaso con una nueva y feroz carnicería. Hace tres años, Rusia quiso sacarse la espina que tenía clavada en el cuerpo y envió a sus tropas a Chechenia, por segunda vez en un mismo lustro, para acabar con el régimen separatista que allí gobernaba.

Pero hoy resulta que no sólo no ha logrado sacársela, sino que se le ha metido en la médula. La incapacidad de los militares para acabar con los independentistas ha hecho que hasta el ex primer ministro Yevgueni Primakov se pronuncie ahora a favor de negociaciones de paz. Pero el Kremlin, de momento, sigue obcecado en su idea de imponerse por la fuerza.

Las cifras oficiales hablan de más de 4.500 militares y policías muertos y casi 13.000 heridos, pero la Unión de Comités de Madres de Soldados afirman que los muertos ascienden a 11.500, ya sea en combate, en actos de sabotaje o a consecuencia de las heridas.

La sangría es tal, que los militares ya no se atreven a enviar a muchachos desde Moscú o San Petersburgo, ya que temen que si comienza a llegar la "carga 200" (las cajas de cinc en las que los federales transportan los cadáveres de los soldados) a las grandes ciudades, puede producirse una explosión social. Por eso, denuncia el diputado Yuri Shchekochijin, en el Cáucaso ruso sirven ahora jóvenes de aldeas y pequeñas ciudades.

El fracaso del Kremlin está a la vista: a pesar de que los militares tomaron Grozni en el invierno de 2000 y anunciaron que los guerrilleros ya no controlaban ninguna localidad y que habían sido prácticamente eliminados, los separatistas están lejos de haber desaparecido. Aunque, según los rusos, los rebeldes han sufrido más de 30.000 bajas, los separatistas continúan con una alta capacidad para asestar dolorosos golpes. Además, los rusos han sido incapaces de eliminar a los líderes más carismáticos: el presidente, Aslán Masjádov, y el comandante Shamil Basáyev. Y para ocultar su impotencia, ahora tratan de responsabilizar a la vecina Georgia de los nuevos ataques guerrilleros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de octubre de 2002