Demetrio Loperena (Garralda, Navarra, 1956), catedrático de Derecho Administrativo de la UPV y secretario general adjunto de la Corte Internacional de Arbitraje y Conciliación Ambiental, reconoce que los textos aprobados en la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo son 'poco ambiciosos'. Pero, frente a quienes hablan de fracaso, mira al futuro con esperanza, según dijo ayer en la charla que impartió en San Sebastián.
Pregunta. ¿Por qué es optimista?
Respuesta. Es la primera vez que he oído a todos los sectores sociales defender un nuevo paradigma político mundial: el desarrollo sostenible. Y no es una frase hecha, tiene un contenido social concreto: alimento, vivienda, educación y asistencia sanitaria, además de protección ambiental, para todos. Pertenecemos a una única comunidad humana y los ropajes jurídicos de los estados y sus soberanías nacionales quedan anticuados para la satisfacción de las necesidades básicas de millones de ciudadanos y la protección ambiental.
P. ¿Qué papel juega EE UU?
R. Un papel retardatario en el proceso de desarrollo social y protección ambiental, lo que los está aislando dentro de la comunidad internacional. Veo signos claros del declive del imperio norteamericano como líder mundial. Creo que ese dominio imperial será sustituido por una suerte de soberanía en red, en la que nadie será el jefe de todo. Compartiremos parcelas de poder y de responsabilidad.
P. ¿Puede Europa ejercer de líder?
R. Los europeos nos consideramos en mejores condiciones para liderar moralmente el mundo que EE UU, pues en nuestros países están satisfechas las necesidades básicas. Sin embargo, esa capacidad no encuentra las personas que puedan llevarla adelante con valentía.
P. Defiende el carácter no excluyente del desarrollo sostenible
R. En teoría, no hay incompatibilidad ni con la economía libre de mercado. La economía necesita el desarrollo social y sostenible.
P. ¿La mayor piedra en el camino hacia el desarrollo sostenible?
R. El problema más importante es diseñar un modelo organizativo internacional que sirva para este fin y un sistema de gobierno en cada país pobre democrático y transparente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de octubre de 2002