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Crítica:BIENAL DE FLAMENCO

Sevilla vibra con Morente

Los tiempos han cambiado. Morente viene a La Maestranza con todos los honores, y pone el teatro boca abajo. Un concierto largo, sin novedades -salvo un nuevo cante sobre poesía de Nicolás Guillén, de quien ya grabara varios temas en su disco Negra, si tú supieras- que se desarrolla desde el primer momento al calor del entusiasmo de la audiencia.

Relativamente sin novedades, pues ya sabemos que Morente canta siempre distinto. Tiene la capacidad innata de enfrentarse a los temas como si fuera la primera vez, de crear y recrear matices generando en ellos una corriente continua de originalidad y belleza. Hablar de clasicismo, por tanto, en un concierto de este cantaor porque hace en él un repertorio ya conocido, es simplificar las cosas. Quizás habría que hablar, con más propiedad, de Morente como un clásico él mismo, por la personalidad de cuanto hace y la escuela que está creándose en su entorno.

Cante y Poesía

Enrique Morente (cantaor), con Niño Josele y Manuel Parrilla al toque, Bandolero y Ramón Porrina en percusiones, Ángel Gabarre y Rafael Jiménez, Falo, en coros. Teatro de La Maestranza, Sevilla, 1 de octubre.

En Sevilla había enorme expectación, y él correspondió volcándose con inspiración y arte, aunque su voz no le respondiera en plenitud. Pero cuando Morente se halla limitado de facultades parece sonar más flamenco, más jondo. Todo lo que hizo en este concierto estuvo transitado por esa rara belleza en la que él es maestro. No hubo cumbres cualitativas -habría que mencionar la caña, las alegrías, las cabales, la taranta, las soleares, el portentoso final a palo seco...-, todo fue culminante. Morente fue Morente, una vez más.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de octubre de 2002