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Crítica:TEATRO

Comedias de repente

La compañía valenciana Imprebís, integrada por los actores Carles Castillo y Carles Montoliu, el director Santiago Sánchez y el músico Yayo Cáceres, hace cada noche una función totalmente improvisada a partir de una decena de temas que propone el público. En ésta su quinta temporada en Madrid han superado las mil representaciones.

Como estamos acostumbrados al teatro de autor y a la obra bien hecha, resulta prácticamente increíble que un espectáculo de calidad se improvise de principio a fin. El verbo se presta a equívoco: se dice que una cosa está improvisada cuando le faltan horas de trabajo o cuando se ha confeccionado a la buena de Dios. Sin embargo hay una tradición musical y teatral importante basada en la repentización. Comedias de repente pedía Felipe IV a sus actores favoritos, que las creaban, como sugiere el término, prácticamente de la nada, al instante. A la commedia dell'arte italiana se la llamó también commedia all'improvviso, pues, aunque estuviera pautada y tuviera personajes fijos, dejaba un cauce ancho al ingenio y al libre albedrío de sus intérpretes.

Repentistas se llama a los poetas que, aún hoy, componen y cantan sobre la marcha, para una ocasión especial, extensas tiradas de versos, a veces con un ingenio y una frescura de la que carecen las letras de muchas canciones que encabezan las listas de éxitos. En Murcia, estos cantautores suelen utilizar la quintilla; en Canarias, en Cuba, Argentina y otros países americanos usan la décima, y en todas partes celebran encuentros y certámenes anuales.

La rama más contemporánea de esta genealogía poética y teatral es Imprebís, espectáculo que desde hace ocho temporadas (con extensos periodos de descanso, reciclaje y trabajo en otros montajes) reinventan a diario los actores valencianos Carles Castillo y Carles Montoliu, el director Santiago Sánchez, un músico (Yayo Cáceres, el que está ahora, es argentino y se incorporó hace dos años) y un técnico que crea al segundo la luz y el sonido adecuados. En Imprebís se pide a los espectadores, conforme entran al teatro, que, a su entera elección, escriban en una papeleta el tema que deseen ver representado y lo depositen en una urna (hay quien pone lo primero que se le viene a la cabeza, 'sexo', por poner un ejemplo habitual, o 'viva el sexo', que la noche en que vi el espectáculo dio pie a una brevísima y desopilante parodia de la danza contemporánea; pero suelen ofrecer mejor juego las peticiones un poquito más elaboradas: de 'yo tenía un jersey de césped', los intérpretes hicieron una joyita humorística y vitalista sobre amores juveniles que conocen su esplendor en la hierba y se evocan y renuevan con imaginación al borde de la vejez).

Antes de comenzar, un ac-

tor revuelve las peticiones, extrae una y la lee en voz alta. Al momento y durante medio minuto el músico improvisa lo que el tema le sugiere, mientras sus compañeros preparan su trabajo. Esa noche, en la primera papeleta se leía: 'Depresión'. Yayo Cáceres se sacó de la caja de la guitarra una canción ('pásame el Prozac, y un vaso de vino / para olvidar, que soy argentino...') en la que venía a decir que, para deprimidos, sus compatriotas, pues de la noche a la mañana han visto cómo su dinero queda preso en el banco o se volatiliza. Finalizado el tema musical, Montoliu y Castillo desarrollaron con raudales de vis cómica el desajuste entre dos jóvenes compañeros de piso: el rumiador y cenizo, en paro, que se lamenta incesantemente de lo que le ocurre y de cuanto ocurre en el mundo, y el optimista a toda costa.

Cuando les piden un tema tan absolutamente tópico como 'los cuernos', actores y director acuerdan algo así como: 'Si quieren tópicos, se los vamos a dar', y ponen en escena a un novio burlado y un toro que habla como la luna lorquiana de Bodas de sangre y se mueve como la bailaora Manuela Vargas en un montaje de Miguel Narros. Después, completaron siete improvisaciones más, como arquitecturas efímeras que se consumieron en una llamarada: dos a petición de un público mayoritariamente joven, entregado, puesto en pie.

Imprebís se representa hasta el 20 de octubre en el teatro Arlequín, de Madrid.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de octubre de 2002