Como un fuego de artificio. De este modo percibe Ángel Rodríguez, de Comisiones Obreras de Córdoba, la intención del ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, de suavizar el decretazo. No es el único escéptico. Los 300 andaluces de UGT y CC OO que desde el pasado jueves han recorrido a pie el trayecto entre Córdoba y Madrid no se creen que la versión definitiva del texto, que Zaplana presentará el lunes a los sindicatos, beneficie a los trabajadores. "A nosotros ya no nos engañan más", sentencia Pedro Zamudio, de UGT de Huelva.
El grupo ha caminado más de 200 kilómetros a una media de seis por hora durante ocho días
Ocho jornadas de senderismo en pleno asfalto y más de 200 kilómetros recorridos (otros tramos los realizaron en autobús) a una media de seis por hora no han conseguido resquebrajar el entusiasmo de la marcha contra el decretazo, que desde el pasado día 26 avanza por etapas desde Andalucía y que hoy llega a la capital española. Sus rostros tostados por el sol y sus pies llenos de ampollas se mezclarán con los de otros compañeros de diferentes puntos de España en la manifestación que pondrá fin, al menos de momento, a las protestas contra la reforma del paro. Algunos están dispuestos a continuar si no consiguen sus objetivos. "Vamos a decirle a [el presidente José María] Aznar que haga algo. Y si no, seguimos [caminando] para Bruselas", asegura Luciano Gómez, de UGT.
Organización no les falta. La marcha contra el decretazo se rige por una disciplina casi militar. Sus miembros se dividen en dos categorías, reflejo del mercado laboral: los fijos y los eventuales. Los primeros integran un grupo de 100 personas que visten el uniforme de caminantes desde el día 26. En ese núcleo duro están representadas todas las provincias andaluzas y los principales sectores. Los 200 restantes se han sumado al recorrido sólo por un día y en cada jornada procedían de una provincia diferente. La desventaja de los fijos sobre los eventuales es el desgaste acumulado. A cambio, se colocan a la cabeza del grupo para ir marcando un ritmo uniforme y evitar que la marcha se convierta "en una carrera", como ocurrió el primer día.
'Asalto' al supermercado
Diez caminantes de los fijos componen la omnipresente organización. Su labor va desde recoger las colchonetas de los polideportivos en que han dormido cada noche hasta repartir agua, bebidas isotónicas y frutos secos cada dos kilómetros en puestos improvisados en la carretera. Son la prueba más evidente de que la marcha ha pasado por una población. "Hemos acabado con el abastecimiento de todos los Carrefour desde Córdoba hasta aquí", relata Paco Nieto, de organización de UGT. Sólo de agua han comprado más de 25.000 botellas en ocho días.
A pesar de los muchos kilómetros recorridos, el hambre no ha llegado a hacer mella en los cuerpos de los manifestantes. Las comidas, organizadas en bares de carretera o preparadas por los vecinos del pueblo, han sido copiosas. Entre una y otra se ofrecían bocadillos, frutas, chocolates, refrescos y otros tentempiés. No obstante, algunos caminantes, como Miguel Morales, esperan que el ejercicio físico les haya venido "bien para el colesterol".
Una vez culminado el trayecto del día, les esperaba como recompensa un barreño de agua con sal para recomponer los pies. Después, cada uno de los 100 fijos buscaba su colchón y su saco de dormir, ya colocados en el suelo del polideportivo y marcados con un número de identificación. A la cena le sucedía el merecido descanso.
La gran mayoría de los voluntarios que se enrolaron en la marcha carecía de preparación física previa, algo que han suplido con buenas dosis de voluntad. La única excepción ha sido la del emblemático Navarrete, el veterano de la marcha, que entrenó durante dos meses caminando 15 o 20 kilómetros al día. Con sus 67 años a cuestas, se situó en la cabecera el primer día y ya no ha abandonado ese puesto. Navarrete ya no lucha por él, sino por sus hijos y sus nietos y el futuro laboral que les espera. "La marcha es muy dura, pero el decretazo es más duro que la marcha", asegura este sevillano fundador de CC OO en su ciudad natal y con un largo historial de reivindicación obrera.
Guardias y ambulancias
Ya fuese el camino llano o escarpado, la marcha ha transcurrido durante una media de ocho horas al día ocupando una parte del carril derecho de la carretera. En la medida de lo posible, "en parejas de dos", como repetía incansablemente Paco Carbonero, encargado de mantener el orden y de infundir ánimos a la tropa.
Para coordinar el tráfico y evitar incidentes, la Guardia Civil escoltaba a los manifestantes en la carretera. Aparte de ellos, una ambulancia ha acompañado la marcha desde que partió de Andalucía para auxiliar a quienes tuviesen golpes de calor, lipotimias o contracturas. Con la entrada a la Comunidad de Madrid, los caminantes percibieron dos cambios fundamentales: desapareció la ambulancia y se incrementó la presencia de la Guardia Civil.
Una de las mayores gratificaciones para la marcha ha sido la adhesión de los vehículos que circulaban a su paso, principalmente camiones que hacían sonar sus bocinas. También algún conductor molesto les espetó: "A ver si trabajáis más", a lo que los sindicalistas respondieron con una retahíla de insultos.
La mayor parte de quienes se topaban con ellos conocía su reivindicación. Sin embargo, ante la estampa de 300 personas ataviadas con camisetas de UGT y CC OO y banderas rojas, una señora despistada preguntó: "Esto es una huelga, ¿verdad?".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de octubre de 2002