Como cinéfila, lo único que pido a los actores y actrices es que sean buenos profesionales. Pero cuando un personaje al que admiramos profesionalmente mantiene una cierta ética (o sea, un compromiso con determinados valores) eso nos reconcilia con el género humano. Es el caso de Jessica Lange, actriz poderosa donde las haya, que hace unos días, al recibir el Premio Donostia en el Festival de Cine de San Sebastián, realizó unas declaraciones criticando la política del presidente Bush no sólo en el ámbito internacional, sino también en el nacional. Que alguien de EE UU diga que siente vergüenza de su presidente es algo realmente saludable.
He visto alrededor de diez películas suyas, pero fueron sus interpretaciones en Frances y La caja de música las que más grabadas se me han quedado, y no porque el resto no fueran buenas, sino porque en ésas su actuación traspasaba la pantalla y llegaba directamente al corazón. Gracias, señora Lange, por su valentía al declarar contra los poderes establecidos en los tiempos que corren. Si hasta ahora la admiraba como actriz, desde ahora la admiraré también como persona.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de octubre de 2002