No hay mejor regalo para la Ciudad de la Luz -de la que es representante José Luis Berlanga, director de Bienvenido Mr. Marshall-, que la visita oficial del presidente del Gobierno el martes 1 de octubre.
Aquí visitó las obras de la planta desaladora de Aguamarga, a muy poca distancia del lugar donde acaba de morir una niña atropellada por un tren que circulaba por la absurda vía que bordea la costa de la bellísima pero innacesible bahía de Alicante, negado su disfrute a la ciudadanía, vía a la que no parece afectar en absoluto la Ley de Costas. Entre San Gabriel y El Palmeral hay un ramal de esa vía, a una distancia irrisoria de las viviendas y a cielo abierto. Sobre ella se construirá una pasarela de intercomunicación de barrios, pero la vía no se cubrirá, a pesar del peligro y del impacto negativo en el ambiente.
Y, hablando de medio ambiente, me pregunto, con todo respeto, si al entrar en la ciudad por la auténtica y genuina Puerta de Alicante, que no es otra que la entrada por la carretera de Madrid, a la altura de la depuradora de aguas residuales de Rincón de León, ese vergonzante foco de hedores, nuestro presidente, sorprendido por los aromas que allí se perciben, escrutó a sus acompañantes que, extrañados y a coro, dirían: '¡Yo no he sido!'. (Alguien dirá que me repito, pero es que más y más constantemente se repiten los malos olores, como un insulto. Por cierto, un reciente anuncio de concurso público, por más de 4.000 millones de pesetas, parece que quiere acabar con el problema). Dicho esto no puedo sino felicitarme por el hecho de que la visita se efectuó en una zona degradada que aspiramos a mejorar. Al menos es un símbolo, una esperanza. Esperemos que no tengamos que esperar nunca a Mr. Marshall y, mucho menos, a Godot, que ya se sabe la cara de tontos que se nos queda cuando los vemos pasar de largo o no llegan.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de octubre de 2002