"Estuve un poco nervioso", reconoció Ronaldo al salir del campo; "sobre todo en el banquillo, donde mirar el partido se hace más difícil. En el campo me he sentido muy bien, me han faltado minutos, me habría gustado seguir jugando y lo más duro han sido los primeros momentos. Cuando he recibido ese balón de Roberto Carlos en el área, en el primer gol, he pensado... Sólo he pensado en meterlo".
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'Estuve un poco nervioso, sobre todo en el banquillo', reconoció el delantero
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Ronaldo necesitó un minuto y tres toques, uno con el pecho, para mandar la pelota contra la red. Apenas corrió. Jugó andando, más bien. Nadie se esperaba que pudiera marcar tan pronto su primer gol con el Madrid. Nadie se esperaba que Ronaldo existiera de verdad, a juzgar por el temblor que sacudió al estadio. Al ver que la pelota entraba en la portería de Dutruel, al ver que ese icono también metía goles, sus compañeros se hundieron en un estado de enajenación contagiosa. Roberto Carlos, Solari, Cambiasso, Figo, Zidane... se abalanzaron sobre el gigante brasileño y lo taparon bajo una montaña de abrazos. Como si todos hubieran estado esperando ese momento con más ansiedad que el propio Ronaldo. Como dijo Del Bosque: "Él se ha ganado al vestuario con su simpatía. Ha sido vital que hoy jugara y que marcara, para que se rompieran todos los comentarios, para no tener esa angustia permanente sobre su debú, para que todo fuera natural".
El primer gol de Ronaldo tuvo un efecto liberador. Conmovió al estadio, al público, a los jugadores, a los médicos y a los masajistas. Se diría que el único ser humano que se quedó tieso como un bastón fue Del Bosque. El técnico permaneció rígido e inmutable en medio de la ola de euforia.
Tanta expectación en las horas previas al partido se quedó en poca cosa para lo que vino después. Tanta parafernalia en los puestos de venta de Chamartín, tanta banderita brasileña para los compatriotas que acudían a alentar a su ídolo, tanta tensión contenida y liberada por la vía del consumismo compulsivo -decenas de miles de curiosos compraron y siguen comprando la camiseta con el número once de la nueva estrella en la tienda oficial de La Esquina- sin tiempo a digerir la comida del domingo, tuvo efectos evidentes en las 75.000 personas que se apretaron en el estadio Bernabéu. En todo el mundo y en el propio catalizador del interés, Ronaldo, que tardó en salir a calentar y, quizá presa de la emoción, no sólo no encontró su sitio en el banquillo sino que se golpeó la cabeza contra el techo de aluminio en plena búsqueda. McManaman, César, Tote, Bravo, Solari y Pavón rompieron a reír mientras el brasileño se frotó la calva de dolor. Los suplentes se rieron pero estaban muy nerviosos. Desde las tribunas al vestuario se palpaba la electricidad que preside los sucesos extraordinarios.
Ayer los suplentes llamaron más la atención que los titulares. El estadio los contempló antes del partido porque estaban junto a Ronaldo. Los siguieron con la mirada, los hinchas y los directivos que aparcaron sus Audis y sus Mercedes frente a la puerta cero. Todos querían contar que estuvieron ahí cuando llegó el gran día. El día que Ronaldo debutó con la camiseta número once... como suplente de Portillo, tras confirmarse la baja de Raúl por lesión. La tarde reservó una ironía a los concurrentes.
El público estaba sensibilizado. Predispuesto a emocionarse, con tanto ruido que se había hecho desde mucho antes de empezar la jornada. Por eso el gentío se acomodó temprano, una hora antes del partido. Y por eso silbó cuando vio que Ronaldo no salía a calentar con el resto de sus compañeros. Los pitos recorrieron los cuatro fondos cuando la boca del túnel de vestuarios se agotó sin que el brasileño diera noticias de su presencia en la expedición. La indignación parecía reclamar al Fenómeno como parte inherente al precio de la entrada. Luego, al verle, la gente le aplaudió todo hasta que salió al campo. Hubo un aplauso cerrado cuando le vieron quitarse el chándal: Ronaldo se sube las medias. Hubo otro aplauso cerrado a los dos minutos: Ronaldo estira los músculos lumbares, toca la hierba con los dedos, levanta el culo hacia el graderío. El Bernabéu estaba muy sensibilizado. Mientras tanto, Astudillo tiraba desde fuera del área y Téllez, tras el rechace de Casillas, se dejaba caer como una hoja seca al sentir la presión del brazo de Makelele en el área madridista. El árbitro pitó penalti y el público, por unos segundos, se olvidó de Ronaldo.
En el minuto 18 del segundo tiempo el Bernabéu estalló: Guti y Portillo por Solari y Ronaldo. Solari entró primero y Ronaldo, recibido por Portillo, le siguió en medio de un tremendo estrépito. A menos de dos minutos, marcó. Primero uno y después otro. Dos goles. "Para mí, no es nada nuevo", dijo Roberto Carlos; "yo estoy acostumbrado a que juegue así. No os sorprendáis, estaba muy tranquilo, es siempre así".Y Ronaldo, sonriente, especuló más tarde sobre lo que le depara la suerte en el campeonato de Liga: "Me encontré muy feliz. Sé que los aficionados están contentos, pero ahora hay que seguir así cada partido y durante mucho tiempo. Dije que metería 25 goles, así que me faltan 23".
El presidente del Madrid, Florentino Pérez, y su junta directiva recibieron ayer por la mañana el apoyo casi unánime de los socios compromisarios en la votación del presupuesto de la temporada 2002-2003 (180 millones de euros) y las cuentas del pasado ejercicio (11 millones de euros de beneficio) en las asambleas de ayer. Los resultados fueron contundentes: 971 socios votaron a favor de los datos relativos al ejercicio anterior y 14 lo hicieron en contra; y 977 respaldaron las cifras y el proyecto de actividades para 2002-2003 frente a 7 votos en contra. En ambas votaciones hubo 6 abstenciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de octubre de 2002