Luiz Inácio Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), es el claro vencedor de las elecciones brasileñas de ayer y acaricia la mayoría absoluta, que le permitiría ser presidente de la república sin necesidad de una segunda vuelta. El gigante de América Latina está a un paso de dar el mayor giro, a la izquierda, en la conducción política desde el restablecimiento de la democracia, en 1985.
Luiz Inácio Lula da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), es el claro vencedor de las elecciones brasileñas de ayer y acaricia la mayoría absoluta, que le permitiría ser presidente de la república sin necesidad de una segunda vuelta. El gigante de América Latina está a un paso de dar el mayor giro, a la izquierda, en la conducción política desde el restablecimiento de la democracia, en 1985. Los primeros datos oficiales, facilitados a la 1.30 de la madrugada (hora peninsular española), atribuían a Lula un 47% de los sufragios con el 21% de los votos escrutados.
Un distancia abismal le separa de todos sus adversarios, al frente de los cuales está el candidato oficialista del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el economista y ex ministro de Salud José Serra, con el 25%. El candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB) y ex gobernador del Estado de Río de Janeiro, Anthony Garotinho, obtiene el 15%, mientras que Ciro Gomes, candidato del Partido Popular Socialista (PPS) y ex gobernador del Estado de Ceará, se queda con el 13% de los votos.
No podía recibir Lula mejor regalo este 6 de octubre, día que cumple 57 años, según la fecha de nacimiento en la que fue registrado por su padre. Si finalmente el escrutinio indica que no ha obtenido el 50% y hay que acudir a una segunda vuelta, prevista para el 27 de octubre, el candidato del PT podrá apelar al electorado para que le hagan otro regalo, ya que ésta es la fecha en que en realidad nació Lula, según siempre sostuvo su madre.
El avance del PT se produce también, según los primeros datos, en las elecciones para los gobiernos de varios Estados. Especial significado tiene el resultado provisional del Estado de São Paulo, el primero del país, donde el candidato del PT, José Genoino, está en segunda posición con el 33%, lo que le permitirá disputar la segunda vuelta.
Por su parte, Aloízio Mercadante, del PT, es el candidato a senador más votado del Estado de São Paulo, con el 31,2% de los votos. En Río de Janeiro, Rosinha Garotinho, esposa del candidato, a quien las encuestas daban la victoria en primera vuelta, tendrá que disputar la segunda vuelta. Según los sondeos a pie de urna, tiene el 39% de los votos, seguida de la gobernadora saliente, Benedita da Silva, del PT, con el 32%.
Analistas y dirigentes políticos empezaron a discutir anoche sobre los diversos escenarios y alianzas posibles en el caso de que haya segunda vuelta para las elecciones presidenciales y en el Estado de Río de Janeiro.
El PSDB, partido del presidente Fernando Henrique Cardoso, obtiene el mejor resultado en Minas Gerais, tercer Estado brasileño, donde Aécio Neves logra una rotunda victoria con el 58% de los votos, lo que puede convertirle en el principal líder del partido oficialista si Serra no consigue recuperar terreno en una eventual segunda vuelta.
Dificultades en el funcionamiento de las urnas electrónicas retrasaron el cierre de los centros de votación y la difusión de los primeros sondeos por parte del Tribunal Superior Electoral. Más de 3.000 urnas fueron sustituidas en Estados como Paraná, Río de Janeiro y Sao Paulo, y otras 168 quedaron anuladas por lo que la votación se realizó manualmente. La espera de las nuevas urnas provocó largas colas de electores que esperaron durante horas para votar.
El presidente Fernando Henrique Cardoso votó de buena mañana en Sao Paulo. En unas breves declaraciones, el mandatario dirigió un mensaje a su sucesor y dijo que "los gobernantes no pueden decir que sí a todo y no deben temer la impopularidad". Cardoso destacó la consolidación de la democracia en Brasil, aseguró que el país tiene instituciones fuertes y capacidad de resistir las turbulencias financieras, en una alusión implícita a la caída de la cotización del real frente al dólar, los malos resultados de la Bolsa de São Paulo y el aumento vertiginoso del índice de riesgo país.
Tres de los cuatro principales candidatos a presidente votaron por la mañana. Lula lo hizo en el municipio de São Bernardo do Campo, en la periferia de São Paulo, acompañado de la alcaldesa de esta ciudad, Marta Suplicy, y del candidato a gobernador del Estado de São Paulo, José Genoino. Después de votar desplegó una bandera de Brasil que besó ante las cámaras de televisión allí presentes.
José Serra votó en São Paulo, mientras que Garotinho hizo lo propio en Campos, al norte del Estado de Río de Janeiro. El ex gobernador acudió a votar con su esposa y nueve hijos. Ciro Gomes, por su parte, votó por la tarde en Fortaleza, capital del Estado de Ceará, del que fue gobernador.
Los otros dos candidatos a la Presidencia, que según los sondeos no superan el 1% de los sufragios, pertenecen a partidos políticos que se escindieron del PT. El sindicalista José Maria de Almeida, candidato del Partido Socialista de Los trabajadores Unificado (PSTU), estuvo preso junto a Lula cuando fueron detenidos en la famosa huelga general de 1980. Fue expulsado del PT en 1992. Rui Pimenta, candidato del Partido de la Causa Obrera (POC), periodista y traductor, también fue expulsado del PT.
De los seis candidatos presidenciales ninguno puede considerarse claramente de derecha, ni por sus orígenes ni por sus planteamientos actuales. Ello es así porque los partidos de la derecha tradicional brasileña no presentaron, por razones diversas, candidato a presidente. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y el Partido del Frente Liberal (PFL) decidieron apoyar a Serra por entender que es el candidato que garantiza el continuismo, aunque sectores de estos partidos no acataron esta decisión en algunos Estados.
Al nuevo presidente le esperan grandes desafíos después de ocho años de un gobierno que acabó con la hiperinflación y consolidó la democracia pero no consiguió encarrilar al país por la senda del crecimiento económico y logró escasos resultados a la hora de reducir las tremendas desigualdades sociales.
Lula promete un crecimiento del 5%, una amplia reforma tributaria, una reducción de los tipos de interés (el promedio anual es del 18%) después de obtener saldos comerciales positivos, control de la inflación y bajar el desempleo a la mitad (hoy es del 7,5%). "Esta reducción requiere una determinación japonesa y una mano de obra sueca", ironiza al respecto la revista Veja.
Si finalmente la victoria de Lula no es suficiente y hay que acudir a una segunda vuelta, la partida comenzará desde cero, estiman diversos analistas. El golpe para el candidato del PT sería muy fuerte, después de que los sondeos hayan mostrado una subida consistente de Lula a lo largo de toda la campaña, hasta el punto de acariciar la mayoría absoluta en la primera vuelta. El fantasma de elecciones pasadas planearía de nuevo, en las que después de ir por delante en los sondeos, acabó perdiendo.
Si el nuevo presidente es Lula "será el fin de la era de los coroneles y los licenciados", ha declarado el politólogo Thomas Skidmore, estudioso de Brasil desde hace 40 años. Incluso en el caso de una victoria de Serra, los cambios serán inevitables, estima el director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Brown (Estados Unidos). "Por primera vez podremos tener un gobierno de centro-izquierda", señala Skidmore.
La importancia del cambio que significaría una victoria de Lula tiene que ver no sólo en que llega por primera vez un presidente de izquierda, sino también con la juventud de la democracia brasileña. Lo recuerda el presidente Cardoso en un artículo que publicó ayer O Estado de Sao Paulo: "Desde Juscelino Kubitschek (1956-1961), el 1 de enero de 2003 será la primera vez que un presidente electo pasará la banda presidencial a otro presidente elegido directamente por el pueblo".
Ha sido un largo paréntesis que comenzó con la dictadura militar que se prolongó desde 1964 hasta 1985, continuó con la transición de Tancredo Neves y José Sarney, presidentes que no fueron elegidos por el pueblo, la dimisión por corrupción a mitad de su mandato de Fernando Collor de Mello, reemplazado los dos últimos años por su vicepresidente Itamar Franco, y la elección y reelección de Cardoso en 1994 y 1998. En todos estos años ningún presidente electo pudo pasar el testigo a un sucesor de igual condición.
La transición hasta el 1 de enero promete ser modélica. Cardoso ha prometido total colaboración con su sucesor, cualquiera que sea, desde el día después de proclamarse vencedor de las elecciones. "Prepararemos un calendario de compromisos existentes y de decisiones que serán tomadas en los primeros 100 días de 2003, para evitar la parálisis administrativa y para facilitar los cambios que el nuevo gobierno propondrá", escribe el presidente saliente.
Junto a Cardoso, tanto Lula como Serra han subrayado durante la campaña que la transición será impecable y han expresado su disposición a trabajar con el presidente saliente desde el día mismo de la proclamación del nuevo presidente.
El azar ha querido que el día de la primera vuelta de las elecciones coincida con la fecha de nacimiento en la que Lula fue registrado por su padre. La casualidad no termina aquí, ya que la madre del candidato del PT siempre sostuvo que nació el 27 de octubre, fecha para la que está convocada la segunda vuelta de las elecciones. Lula ha mencionado la anécdota en algunos mítines de campaña, en los que aprovechó para pedir a los presentes "el mejor regalo" el 6 o el 27 de octubre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de octubre de 2002