Echándole valor porque las calles del centro están intransitables con las obras, he ido a ver exposiciones y me he quedado impresionada por lo bien que está montada la de Cernuda. Ese blanco de fondo, austero y callado, sobre el que aparecen escritos poemas suyos y que tan bien quedaba en la Residencia de Estudiantes de Madrid, queda aún mejor en el Convento de Santa Inés; quizá sea porque aquí no es un montaje de madera sino sólidas paredes blancas que, con una luz escasa para no dañar los documentos, se imaginan de adobe húmedo, irregular y con muchas capas de historia y de cal, como corresponde al lugar y a la época.
Nada más entrar se sumerge uno en la penumbra con una sensación de belleza y de agrado. Eso siempre tiene mérito en este tipo de exposición -bastante frecuente desde hace algún tiempo- que no trata sobre una obra de arte plástico sino sobre la vida y la obra de una persona a través de escritos, retratos, fotos viejas, manuscritos amarillentos y ediciones antiguas de libros de los que sólo se ve la página abierta. Algunos cuadros de amigos y artistas coetáneos también son frecuentes y oportunos para que el conjunto no resulte árido y dar una visión histórica más completa.
En este caso se ha conseguido un ambiente íntimo, armónico y que se ve con gusto. Las fotografías están muy bien colocadas sobre las ampliaciones que cubren trozos de la pared y siempre resulta emocionante reconocer las caras, los trajes, las actitudes y los amigos del 27. Los manuscritos se leen con facilidad a pesar de la penumbra y también me parece interesante el detalle de las letras verticales de Cernuda, separadas unas de otras dentro de la misma palabra; son rasgos que no suelen ser de personas vehementes, como me imagino al poeta, sino equilibradas y sensatas.
Es impresionante la sala dedicada a las Misiones Pedagógicas y misteriosa y atractiva la voz que comienza como un murmullo lejano al que se acerca uno poco a poco hasta que aparece la pantalla y se reconocen su cara y su palabra. Lo que menos me ha gustado son las cintas blancas colgando del techo con pequeños poemas escritos y un aire oriental. En cambio el conjunto de cuadros con el nuevo apartado que recoge el catálogo Palabras y miradas es estupendo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de octubre de 2002